El hombre es totalmente lo que constituye en él el principio rector de su vida. Gracias a esto se distingue de los demás. Según él se conforma su cielo, si es bueno, o su infierno, si es malo. Es su mismísima voluntad, y por lo tanto el auténtico ser de su vida, que no puede cambiarse después de la muerte. (AC 8858)
Hay tres amores universales que, desde la creación, componen a todo ser humano: el amor hacia el prójimo, que también es el amor de la ejecución de usos; el amor del mundo, que también es el amor de la posesión de riquezas; y el amo de sí mismo, que también es el amor de ejercer el gobierno sobre otros. El amor del prójimo, o amor de la ejecución de usos, es un amor espiritual. El amor del mundo, que también es el amor de la posesión de riquezas, es un amor material. EL amor de sí mismo, o amor del gobierno sobre los demás, ese es un amor corporal. EL hombre es hombre cuando el amor hacia el prójimo, o amor de la ejecución de usos, constituye la cabeza; y el amor del mundo forma el cuerpo y el amor de sí mismo los pies. Pero si el amor del mundo constituye la cabeza, el hombre no es hombre —como si en vez de poseer un cuerpo sano tuviera una joroba que lo deformara. Cuando el amor de sí mismo domina en la cabeza, no es un hombre parado sobre sus pies sino sobre sus manos, con la cabeza para abajo y las nalgas hacia arriba (CL 269)
El amor (…) es la esencia de la vida humana, y (. . .) el pensamiento es la (…) existencia de su vida que proviene del amor. La palabra y la acción, por lo tanto, que fluyen del pensamiento, no provienen verdaderamente de éste, sino del amor que lo sustenta. (…) El hombre después de la muerte no es según su pensamiento sino según sus afectos y los pensamientos que derivan de éstos. Por lo tanto es su propio amor y la inteligencia que de él proviene. Después de la muerte el hombre aparta de sí todo lo que no está de acuerdo con su amor. Sucesivamente asume el rostro, el tono de voz, las palabras, el gesto y los modales que corresponden al amor de su vida. Así ocurre que se dispone el cielo universal, según todas las variedades de los afectos del amor del bien. El infierno universal [se ordena] según todos los afectos del amor del mal. (CL 36)
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