Desde que el concepto de «uso» ocupa un lugar tan importante en la visión de la vida que propone Swedenborg, por necesidad la idea correlativa de caridad recibe una definición especial. Swedenborg no considera que acciones tales como dar limosna a los pobres, asistir a los necesitados o contribuir al bienestar de los enfermos deban tenerse a menos. Sin embargo, cuestiona el grado de inteligencia y aun de justicia presente en actos caritativos indiscriminados, tales como los que se practican hacia quienes los merecen y hacia quienes no los merecen por igual. La motivación, por supuesto, determina la calidad del acto, en lo que respecta al individuo que lo ejecuta. Pero la mejor manera de servir a la sociedad es una vida entera entregada al cumplimiento fiel de la tarea en que uno se desempeña, en el dominio profesional o laboral, antes que acciones manifiestas de beneficencia que, a veces, pueden hacer más mal que bien. La mayor caridad es ser útil a los demás, y ofrecer a los demás la oportunidad para que ellos también puedan ser útiles. Toda restricción arbitraria, artificial e injusta de la oportunidad que un individuo pueda tener para vivir una vida plena y útil es una transgresión contra el orden divino.
Swedenborg une la caridad con la fe. Juntas conducen a una vida liberada del mal. El hombre caritativo evita el mal, como un pecado contra Dios, pero al hacer tal cosa está actuando dentro de la esfera de su vida religiosa. Swedenborg rechaza así categóricamente la fe sin caridad; la fe sola no tiene lugar en su comprensión del orden creado.
Lo primero de todo en la caridad es no hacer mal al prójimo; hacer el bien ocupa un segundo lugar. Esta es, por así decirlo, la puerta hacia la doctrina de la caridad. (TCR 435) La vida de caridad consiste en querer el bien del prójimo y hacerlo, en actuar en cualquier tarea que nos ocupe con justicia y equidad, en el bien y en la verdad, cualesquiera que sea el oficio que ejecutemos. En una palabra, la vida de caridad consiste en la ejecución de usos. (NJ HD 124)
Los que están en la caridad, es decir, los que aman al prójimo (…) no ponen atención en el goce de los placeres, excepto en cuanto éste puede estar relacionado con su uso. No hay caridad independientemente de las obras caritativas. La caridad consiste en la práctica de los usos. El que ama al prójimo como a sí mismo no percibe deleite alguno en la caridad, excepto en su ejercicio, o en su uso. Una vida caritativa es una vida de usos. (AC 997)
Muchos creen que el amor al prójimo consiste en dar a los pobres, en asistir a los necesitados, y en hacer el bien a todos, pero la caridad es actuar con prudencia, teniendo como meta final que resulte el bien. El que ayuda al pobre o necesitado malvado está haciendo mal a su prójimo, a través de él, porque mediante la asistencia que le ofrece lo está confirmando en el mal, y le proporciona los medios para que pueda seguir haciendo mal a los demás. Ocurre todo lo contrario con aquel que ayuda al bueno. (NJ HD 100)
Entre los usos generales puede incluirse el gasto de medios económicos o de trabajo manual a favor de la construcción de orfanatos, hogares para el alojamiento de los forasteros (…) [escuelas] u otras instituciones similares. (…) Dar ayuda a los necesitados, a las viudas, a los huérfanos, solamente porque son necesitados, viudas o huérfanos, y dar a los mendigos solamente porque son mendigos, son usos de la caridad exterior que se denomina piedad. Estos son usos de la caridad interna solamente en la medida en que derivan de los usos y del amor de los usos. Porque la caridad externa sin caridad interna no es caridad. La interioridad debe participar de estas acciones para que sean verdaderamente caritativas, porque la caridad exterior que proviene de la caridad interior actúa prudentemente, pero la caridad exterior sin la interior actúa imprudentemente, y muy a menudo de manera injusta. (D. Wis. XI).
La caridad se extiende mucho más allá que la atención de las necesidades de los pobres y los necesitados. La caridad consiste en hacer lo justo en cualquier tarea en la que uno se ocupe, y cumplir con nuestra obligación en cualquier tarea. Si un juez administra la justicia por el amor de la justicia, ejerce la caridad. Si castiga a los culpables y absuelve a los inocentes, ejerce la caridad, porque al proceder de este modo tiene en cuenta el bienestar de sus conciudadanos y de su país. El sacerdote que enseña la verdad y guía hacia el bien ejerce la caridad. Pero el que hace estas cosas por amor de sí mismo y por amor del mundo, no ejerce la caridad, porque no ama a su prójimo sino que se ama a sí mismo.
Lo mismo ocurre en otras cosas, sea que los individuos deban desempeñar una determinada responsabilidad pública o no, como ocurre con los niños en la relación con sus padres, o con los sirvientes en la relación con sus señores, y con los señores en la relación son sus sirvientes, o con los súbditos en la relación con su rey, y con el rey en la relación con sus súbditos. Quienquiera entre éstos que cumpla con sus deberes por el sentimiento del deber y haga lo que es justo por el sentimiento de lo que es justo, ejerce la caridad.
Que estas cosas provengan del amor por el prójimo o la caridad se da porque cada ser humano es prójimo de los demás, pero de diferentes maneras. Un grupo pequeño o grande es más prójimo. Nuestro país es más prójimo aún. El Reino de Dios lo es más, y por sobre todas las cosas el Señor. Todo lo que es bueno en el ámbito de lo universal, y que procede del Señor, es nuestro prójimo, y por lo tanto también lo son, la sinceridad y la justicia (…). Por lo tanto, quien hace algo bueno por amor de la sinceridad y la justicia, ama a su prójimo y ejerce la caridad. Ejecuta sus acciones por amor de lo que es bueno, sincero y justo, y en consecuencia por amor de aquellos en quienes están el bien, la sinceridad y la justicia.
La caridad, por lo tanto, es un afecto interior gracias al cual el hombre desea hacer el bien, y esto sin remuneración alguna. El deleite de su vida consiste en hacerlo. En aquellos que hacen el bien a partir de algún afecto interior hay caridad, y ésta se hace manifiesta en todo lo que piensan y dicen, y en todo lo que quieren y hacen. (…) Sea un nombre o un ángel, su interioridad es caritativa cuando el bien es su prójimo. (NJHD 101-104).
Cuando un hombre cumple sinceramente, con justicia y fidelidad la tarea que corresponde a su oficio o empleo, a partir del afecto y su propio deleite, está permanentemente en el bien del uso, no solamente hacia la comunidad o el público, sino también hacia los individuos y los ciudadanos privados. Pero esto no puede suceder a menos que mire al Señor y evite todos los males, considerándolos pecados. (…) Los bienes que ejecuta son bienes de uso, que ejercita todos los días. (…) Hay un afecto interior que interiormente permanece y desea [los usos]. Por lo tanto, perpetuamente estará en el bien de los usos, desde la mañana hasta la noche, de año en año, desde su más temprana edad hasta sus últimos días sobre la tierra. De otro modo no podría convertirse en una forma (…) o receptáculo de la caridad. (C 158)
El hombre de negocios, si mira al Señor y evita todo mal, considerándolo pecaminoso, y efectúa sus transacciones comerciales con sinceridad, justicia y fidelidad (…) se convierte en caridad. Actúa como si fuera sobre la base de su propia prudencia, y sin embargo confía en la Providencia divina. No deja caer su ánimo en el infortunio, ni se deja entusiasmar desmesuradamente por el éxito. Piensa en el día de mañana, pero como si no lo hiciera. Piensa en lo que se necesitará hacer mañana, y cómo habrá de hacérselo, pero (…) no se preocupa por el mañana, porque deja el futuro en las manos de la Providencia divina y no confía en su propia prudencia. Ama los negocios, como principio de su vocación, y el dinero para él es instrumental. (…) Ama su trabajo, que en sí es un bien de uso, y no los medios antes que el trabajo. (…) Ama el bien general al mismo tiempo que ama su propio bien. (…) (C 167)
El comerciante que actúa sinceramente y no de manera fraudulenta, considera el bienestar de su prójimo, con quien mercadea. Lo mismo ocurre con el obrero manual, o con el profesional, si cumplen sus responsabilidades de manera correcta y sincera, y no con astucia o engaño. Lo mismo ocurre con todos los demás, con capitanes y marineros, con agricultores y con siervos.
Esta es la verdadera caridad, que podría definirse como hacer el bien al prójimo cotidianamente y de manera continua, no solamente al prójimo como individuo, sino también al prójimo como colectividad. Esto solamente puede alcanzarse haciendo lo que es bueno y justo en el oficio, empleo, negocio o puesto que cada uno desempaña, y en sus tratos con todos aquellos con quienes tiene que ver directamente. Esta obra es la que ejecuta día a día. (…) La justicia y la fidelidad forman su mente y sus tratos físicos, y de manera gradual, a causa de su forma, desea y piensa solamente en aquellas cosas que hacen a la caridad. (TCR 422-423)
Los deberes privados de la caridad (…) son muchos, como por ejemplo el pago de sueldos a los obreros, el pago de intereses, el cumplimiento de los contratos, la custodia de los valores, y así sucesivamente. Algunos (…) son deberes porque como tales los instituyen las leyes, algunos por la ley de la noción y otros por ley moral. (…) Los que están en la caridad los ejecutan de manera justa y fiel. (…) Pero los que no están en la caridad ejecutan estos mismos deberes de manera muy diferente. (TCR 432)
Por caridad se quiere decir el amor hacia el prójimo y la misericordia. El que ama a su prójimo como a sí mismo también tendrá compasión de él cuando lo vea sufrir. (…) (AC 351) La Palabra no enseña otra cosa, sino que cada uno debe vivir en caridad con su prójimo, y amar al Señor por sobre todas las cosas. Los que hacen esto tienen en sí las cosas interiores. (…) (AC 1408)
Desde los tiempos más antiguos ha sido tema de controversia cuál de los principios de la Iglesia es el primordial, si la caridad o la fe. (…) Este debate se originó en la ignorancia que prevalecía antiguamente, y que aún prevalece, con respecto a la siguiente verdad: Que el hombre no tiene mayor medida de fe que la medida de su caridad. (…) En el proceso de la regeneración la caridad se encuentra con la fe, o, lo que es decir lo mismo, el bien se encuentra con la verdad, insinuándose en todas las situaciones particulares y lo que a ellas pertenece, adaptándose a éstas, y haciendo de este modo que la fe sea fe. En consecuencia, la caridad es lo primero [de la religión] (…) aun cuando al hombre le parezca de otro modo. (AC 2435)
La caridad, que en su esencia es el afecto de conocer, comprender, querer y hacer la verdad, no entra en ninguna de las percepciones del hombre hasta no haberse formado plenamente en el pensamiento, que es parte del entendimiento. Entonces se presenta mediante alguna forma o imagen, en la cual aparece ante la visión interior, porque el pensamiento de que algo sea realmente como es, se denomina fe. A partir de esto resulta evidente que la caridad es anterior a la fe, y la fe posterior, como el bien es anterior y la verdad posterior, o como todo lo que produce algo es anterior a su producto. (…) La caridad procede del Señor y se forma primeramente en la mente espiritual. Porque la caridad no aparece en el hombre antes de haberse convertido en fe (…) puede decirse que la fe no existe en el hombre hasta que no ha asumido la forma de la caridad. (…) Ambas comienzan a existir al mismo tiempo. Aunque la caridad produce la fe, sin embargo, en cuanto son una misma cosa, ninguna de las dos puede existir, en el nivel de la percepción humana, separada de la otra. (…) La fe cuando es separada de la vida es una fe muerta, y lo que es muerto (…) no puede salvar a nadie. (AE 795-796)
Cuando se destierra y extingue la caridad (…) se rompe el lazo que une al Señor con el hombre, desde que solamente la caridad, o el amor y la misericordia, son los que nos unen con él, y nunca la fe sin caridad. (…) ¿Puede alguien juzgar de manera tan pobre como para creer que la fe solamente existente en la mente, puede servir para algo, cuando todos saben por experiencia propia que nadie estima las palabras o el asentimiento de otro, sin que importe cuál pudiera ser su naturaleza, si éstas no provienen de la voluntad o la intención? Es esto lo que las hace agradables, y lo que une a los hombres entre sí. La voluntad es el verdadero hombre, y no el pensamiento o las palabras que no expresan la voluntad. El individuo adquiere de la voluntad su naturaleza y disposición, porque ésta es lo que lo afecta. Si alguien piensa lo bueno, la esencia de la fe, que es la caridad, está en el pensamiento, porque en él está la voluntad de hacer lo bueno. Pero si dice que piensa lo bueno, pero vive pecaminosamente, no puede ser que quiera otra cosa que lo malo, y por lo tanto en él no hay fe. (AC 379)
No hay genuina (…) caridad vivida, sino la que es una misma cosa con la fe; ambas, unidas, miran hacia el Señor. (…) El Señor, la caridad y la fe son los tres elementos esenciales de la salvación. Cuando se hacen una sola cosa, la caridad es caridad, la fe es fe, y el Señor está en ellas y ellas están en el Señor. Pero, por otro lado, cuando estos tres elementos no están unidos, la caridad es espuria o hipócrita, o ha muerto. (TCR 450)
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