El hombre vive en un mundo en el cual la libertad y la racionalidad se equilibran mutuamente y producen el orden de todas las cosas. La pareja esencial de la libertad y el orden constituye el crisol de la vida. Ninguno de los dos puede descuidarse sin dañar, al hacerlo, el desarrollo humano. El pensamiento de Swedenborg se funda en una creencia firme y explícita en la libertad de la voluntad humana.
En tanto el hombre está en este mundo, se encuentra a mitad de camino entre el bien y el mal, y se lo guarda en la libertad de volverse hacia uno u otro, si se vuelve hacia el mal, se aparta del bien; si se vuelve hacia el bien, se aparta del mal. (Life 19)
La voluntad libre del hombre emana del hecho de que siente que la vida que lo habita [es] (…) suya propia. Dios le permite experimentar este sentimiento, para que se produzca la conjunción, que no es posible si no es recíproca, y llega a ser recíproca cuando el hombre actúa totalmente a partir de la libertad, como si proviniera de sí mismo. Si Dios no le hubiera dejado esto al hombre, no sería hombre ni tendría la vida eterna. La conjunción recíproca con Dios hace que el hombre sea hombre y no una bestia, y también produce su vida después de la muerte, por la eternidad. La voluntad libre en las cosas espirituales produce esto. (TCR 504)
Desde que nadie puede ser reformado si no es libre, nunca se le quita la libertad al hombre, en la medida en que está en juego la apariencia, porque es una ley eterna que todos deben ser libres en lo que respecta a su interioridad (…) [Por estos medios] podrá implantarse en él el afecto del bien y de la verdad. (AC 2876)
Desde la libertad (…) [el hombre] siente y percibe (…) que la vida (…) le pertenece. La libertad es el poder de pensar, querer, hablar y hacer a partir de uno mismo, como si fuera de uno mismo. (…) Por lo tanto la libertad le ha sido dada al hombre junto con su vida. (…) [Si le fuera] quitada o disminuida (…) el hombre [sentiría] (…) que no vive él mismo sino que otro vive en él. (…) La delicia de todas las cosas de su vida le sería quitada o disminuida (…) [y se convertiría en] un esclavo. (AE 1138)
Es imposible que nadie sepa qué es la esclavitud, o qué es la libertad, a menos que conozca los respectivos orígenes de estas condiciones, de lo cual no puede tener conocimiento sino a través de la Palabra [Biblia]. También debe saber cuál es la circunstanciación del hombre en lo que concierne a sus afectos, lo cual corresponde al entendimiento.
Lo que ocurre con el hombre en lo que respecta a sus afectos y pensamientos es lo siguiente: ninguna persona, cualesquiera que sea, hombre, espíritu o ángel, puede querer y pensar de sí mismo, sino [solamente] a partir de los otros. Estos otros [no] piensan o quieren de sí mismos sino que también, nuevamente. a partir de los otros, y así sucesivamente. De este modo, cada uno [quiere y piensa] a partir de la primera fuente de la vida, que es el Señor. (…) Los principios malos y falsos están relacionados con los infiernos. (…) Pero los buenos y verdaderos tienen conexión con el cielo. (…) (AC 2885-2886) Hay pocos que sepan qué es la libertad, o qué no es la libertad. Aparenta ser todo lo que es agradable a cualquier clase de amor y el deleite que de ello se deriva. Todo lo que se opone a cualquier clase de amor y deleite [no] parece ser (…) libertad. La indulgencia en el amor de sí mismo, y el amor del mundo y de las pasiones pecaminosas que a éste pertenecen, parece al hombre ser libertad, pero es libertad infernal. [En contraste] la práctica del amor al Señor y el amor al prójimo, que es consecuencia del amor al bien y a la verdad, es la libertad esencial y celestial. (AC 2870)
Todos (…) desean pasar de un estado donde falta la libertad a uno en el que existe, siendo esto bueno para su vida. De ahí que (…) no haya nada que sea agradable y acepto a los ojos del Señor mientras proceda de un principio (…) desprovisto de espontaneidad o buena voluntad. Cuando cualquiera adora al Señor a partir de un principio falto de libertad, no lo hace fundado en punto de partida alguno que le pertenezca, sino que es movido a ello solamente por algo externo (…) [fuerza que] participa de la compulsión (…) (AC 1947)
Quienquiera que viva en el bien y crea que el Señor gobierna el universo, y que solamente de él proviene todo el bien (…) del amor y la caridad, y toda la verdad (…) de la fe (…) que [efectivamente] de él proviene la vida (…) vive en un estado tal que le permite ser capaz de recibir el don de la libertad celestial, y con ella, por lo tanto, también el don de la paz. En tal caso confiará solamente en el Señor, y todas las otras cosas para él carecerán de importancia. Tendrá la certeza de que todas las cosas tienden a su bien, bienaventuranza y felicidad eternas. Pero el que cree que se gobierna a sí mismo, está en constante intranquilidad, tendiendo a ser traicionado y a caer en las garras de apetitos perversos y ansiedades respecto de las cosas por venir, y por lo tanto en múltiples (…) [cuidados]. En la medida en que así cree (…) los apetitos del mal y las convicciones de lo falso se adhieren a él. (AC 2892)
Hay dos cosas que están en la libertad del hombre en razón de la perpetua presencia del Señor y de su perpetuo deseo de unirse con el hombre. La primera (…) es que tiene los medios y la facultad para pensar bien acerca del Señor y su prójimo. (…) Si piensa bien la puerta se abre; si mal, se cierra. Pensar bien con respecto al Señor y el prójimo, no es del hombre mismo (…) sino del Señor que está presente perpetuamente y por esta perpetua presencia da al hombre los medios y las facultades que requiere tal actividad. Pero cuando el hombre piensa mal del Señor y de su prójimo, ello es del hombre mismo.
Lo otro que forma parte de la libertad del hombre en razón de la perpetua presencia del Señor con él (…) es la habilidad de abstenerse del mal. En la medida en que el hombre se abstiene, el Señor abre la puerta y penetra en él. El Señor no puede abrir la puerta y penetrar en el hombre en tanto que hay males en el pensamiento y en la voluntad del hombre, desde que éstos obstaculizan el camino. (…) Más aún, le ha sido concedido al hombre por el Señor que conozca los males del pensamiento y la voluntad, así como también las verdades que pueden dispersar los males. Es dada la Palabra que revela estas cosas. (AE 248).
La libertad natural es la heredad del hombre. En ella ama solamente su propio yo y el mundo. (…) La libertad racional proviene del amor del bien del buen nombre, que busca la posición social o la ganancia. El deleite de este amor es aparentar exteriormente ser una persona moral. (…) La libertad espiritual proviene del amor de la vida eterna. Solamente ingresa en este amor y en su gozo aquel que considera como males todos los pecados y por lo tanto no los quiere y mira hacia el Señor. (DP 73) [Pero] el hombre ha recibido libre arbitrio en lo que respecta a las cosas espirituales, y esto desde el vientre de su madre hasta la última hora de su vida en el mundo, y después, por la eternidad. (TCR 499)
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