En la visión que Swedenborg tiene de la vida, lo Divino atraviesa a todos los aspectos de la existencia humana. Las citas que hemos seleccionado en las páginas anteriores, extraídas de las enseñanzas de Swedenborg, muestran con claridad que ningún tema, desde el más simple al más abstracto, podría presentarse sin hacer referencia a la omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia de Dios.
Los pasajes que siguen tratan algunos de los aspectos más difíciles del concepto de lo Divino. Los filósofos y los teólogos frecuentemente han estado en desacuerdo con respecto a temas tales como la concepción virginal, la glorificación, la trinidad y la naturaleza del influjo (influencia) divino en la vida de los hombres. Swedenborg no evita ninguno de estos temas difíciles. Agrega, además, que la comprensión correcta de lo Divino debe necesariamente acompañar todo progreso humano individual o colectivo.
Los dirigentes religiosos a veces se refieren a estos y otros temas afines como «los misterios de la fe». La declinación de la convicción religiosa en el mundo científico del siglo XX se debe indudablemente en parte a las vacilaciones y la confusión que rodean a estos «misterios de la fe».
Sin embargo, tal como Emerson lo dijera en cierta oportunidad, «La religión que teme a la ciencia deshonra a Dios y comete suicidio».29 Swedenborg estaría de acuerdo con esta afirmación. Todas sus enseñanzas teológicas, en el amplio despliegue de los temas que comprenden, apoyan su pretensión de que la nueva revelación de Dios permite a todos los que así lo desean penetrar intelectualmente en los misterios de la fe.
En ningún otro tema esto se hace más evidente que en los comentarios de Swedenborg sobre lo Divino.
No hay nada que tenga vida en el universo creado excepto DiosHombre, es decir, el Señor. Tampoco hay nada que sea movido a no ser por la vida que de él proviene, ni hay nada que posea el ser excepto a partir del sol que proviene de él. Es verdad que en Dios vivimos, y nos movemos y tenemos nuestro ser. (DLW 301) Lo primero de la Iglesia es el conocimiento de que hay un Dios, y que debe adorárselo. La primera cualidad suya que debe conocerse es que él creó el universo y que el universo creado subsiste a partir de él. (AC 6879)
La idea de Dios constituye el núcleo mismo del pensamiento de todos los que son religiosos, porque todo lo que pertenece a la religión y todo lo que está relacionado con la adoración mira hacia Dios. Desde que Dios, universalmente y en lo particular, está en todas las cosas relacionadas con la religión y la adoración, sin una idea correcta de Dios es imposible comunicación alguna con los cielos. (…) En el mundo espiritual cada nación tiene asignado el lugar que le corresponde según su idea de Dios en cuanto hombre. En esta idea, y no en alguna otra, radica la idea del Señor. El estado en que vive cada hombre después de la muerte corresponde a la idea de Dios en que ha sido confirmado. (…) La negación de Dios, y en el mundo cristiano la negación de la Divinidad del Señor, constituye el infierno. (DLW 13)
Interiormente (…) la idea de Dios forma parte de todas las cosas de la iglesia, la religión y el culto. Las cuestiones teológicas tienen su asiento por encima de todas las otras cuestiones en la mente humana, y la idea de Dios ocupa el lugar supremo. Si ésta fuera falsa, todo lo que depende de ello a consecuencia del principio de donde deriva debe ser igualmente falso o tergiversado. Lo que es supremo, siendo al mismo tiempo lo más íntimo, constituye la misma esencia de todo lo que de ello deriva. (…) (BE 40)
Solamente Dios es Sustancia (…) en sí, y por lo tanto Esse por sí mismo. (…) Esta es la única fuente de donde se forman todas las cosas. Muchos lo han comprendido de esta manera, porque la razón los obligó a comprenderlo así. Sin embargo, no se han atrevido a confirmarlo, temiendo ser conducidos a la conclusión de que el universo creado es Dios, porque proviene de Dios, o que la naturaleza tiene su origen en sí misma, y en consecuencia que lo más íntimo de la naturaleza es lo que denominamos Dios. (…) Aun cuando muchos han percibido que la formación de todas las cosas tiene su punto de partida en Dios, y únicamente en él, a partir de su Esse, no se han atrevido a ir más allá que sus primeros pensamientos sobre el tema, por temor a que su entendimiento llegue a verse enredado en un «nudo gordiano», como suele denominárselo, sin la posibilidad de liberarse de tal enredo. Tal liberación sería imposible, porque su pensamiento de Dios, y de la creación del universo por Dios, han sido según las categorías del tiempo y el espacio, que son propiedades de la naturaleza. Nadie puede tener percepción alguna de Dios a partir de la naturaleza, ni de la creación del universo. Pero cualquiera cuyo entendimiento goce de alguna iluminación interior puede poseer una percepción de la naturaleza, y de su creación a partir de Dios, porque Dios no está en el tiempo y en el espacio. (…) Lo Divino no está en el espacio; lo Divino, aparte del espacio, llena todos los espacios del universo; (…) lo Divino, aparte del tiempo, está en todo el tiempo. (…) Aun cuando Dios ha creado el universo y todas las cosas que éste contiene a partir de sí mismo, no hay nada, sin embargo, entre todas las cosas que contiene el universo creado, que sea Dios. (DLW 283)
Dios está en todas partes, tanto en lo interior del hombre como en lo exterior. (…) (DLW 130) Hay un influjo (influencia)[divino] universal en las almas de todos los hombres (…) [que tiene como resultado] que haya en cada hombre un dictamen interno de que hay Dios y que Dios es uno, (TCR 89)
La eternidad de Dios no es una eternidad de tiempo. Así como no había tiempo antes que el I mundo fuera creado, es absolutamente vano pensar en Dios de tal manera. Más aún (…) existiendo lo Divino desde la eternidad (…) abstraído del tiempo, su existencia no comprende días, años o edades; pero para Dios todos éstos están presentes. (…)Dios no creó el mundo en el tiempo, pero los tiempos fueron introducidos por Dios con la creación. (TCR 31) Dios en todo tiempo carece de tiempo y en todo espacio carece de espacio. Pero la naturaleza en todo tiempo está en el tiempo, y en todo espacio está en el espacio. La naturaleza proviene de Dios, no desde la eternidad sino en el tiempo (…) y al mismo tiempo con su correspondiente espacio. (CL 328)
El pensamiento sobre un único Dios abre el cielo a los hombres, desde que no hay sino un solo Dios. por otro lado, el pensamiento sobre muchos dioses cierra el cielo, desde que la idea de muchos dioses destruye la idea de un solo Dios. El pensamiento acerca del verdadero Dios abre el cielo, desde que el cielo y todo lo que a él pertenece proviene del verdadero Dios. Por el contrario, el pensamiento sobre un dios falso cierra el cielo, ya que en el cielo no se reconoce a otro sino al único Dios verdadero. El pensamiento sobre Dios el creador, el redentor y el iluminado, abre el cielo porque ésta es la trinidad del único y verdadero Dios. Dicho de otra manera, el pensamiento sobre un único y verdadero Dios infinito, eterno, increado, omnipotente, omnipresente y omnisciente, abre el cielo, porque éstos son los atributos de su verdadera y única esencia. Por otro lado, el pensamiento de algún hombre viviente como Dios, o de algún hombre muerto como Dios, o de un ídolo como Dios, cierra el cielo, porque ninguno de éstos son omniscientes, omnipresentes, omnipotentes, increados, eternos e infinitos. La creación (…) [y] la redención [no fueron] forjados por ellos ni ofrecen ellos iluminación alguna. (AE 1097)
El hombre que adora a un Dios en quien hay una trinidad Divina, y que de esta manera es una Persona, se convierte cada vez más en un hombre viviente y angélico. [Por otro lado] el que se autoconfirma en la creencia de una pluralidad de dioses, creyendo en la pluralidad de las Personas, poco a poco se convierte cada vez más en algo así como una estatua con articulaciones móviles, y dentro de esta estatua está presente y habla Satanás, mediante su boca artificial. (TCR 23)
En el Señor está la Trinidad —lo Divino en sí mismo, lo DivinoHumano, y lo Divino Santo que proviene de los dos primeros— y éstos son una unidad. (AC 3061) Esta Trinidad no existía antes que el mundo fuera creado. Pero después de la creación, cuando Dios se encarnó, fue provista y realizada, y entonces en el Señor Dios el Redentor y Salvador Jesucristo. En la Iglesia cristiana (…) se reconoce una trinidad Divina que existe antes de la creación del mundo. [Muchos cristianos creen] que Jehová Dios engendró desde la eternidad a un Hijo, y que el Espíritu Santo provino, entonces de estos dos, y que cada uno de estos tres es por sí mismo o aisladamente Dios, porque cada uno es una persona que subsiste por sí misma. Como esto resulta incomprensible para toda razón se lo llama un misterio, que puede penetrarse sólo de este modo: que estos tres poseen una misma esencia Divina, lo cual quiere decir una misma eternidad, inmensidad, omnipotencia, y por lo tanto una misma Divinidad, gloria y majestad. Pero (…) esta trinidad es una trinidad de tres dioses, y por lo tanto no es en sentido alguno una trinidad divina. (. . .) (TCR 170)
La Iglesia Apostólica no conocía una trinidad de personas (…) [pero] con el correr del tiempo los hombres comenzaron a [confundir la trinidad.] Este crimen fue cometido por Arrio y sus seguidores. A causa de estos problemas, Constantino el Grande convocó un concilio en Nicea, una ciudad de Bitinia. A fin de destruir definitivamente la peligrosa herejía de Arrio los miembros del concilio concibieron, decidieron implantar y ratificaron la idea de que había desde la eternidad una trinidad de tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, cada uno de los cuales poseía personalidad, existencia y subsistencia por sí mismo y en sí mismo. [Este concilio también decidió] que la segunda persona, o el hijo, descendió y tomó un Humano, operando la redención, y por lo tanto Su Humano, gracias a la unión hipostática, posee Divinidad, y mediante tal unión, además, mantiene una relación íntima con Dios el Padre. A partir de aquel momento comenzaron a surgir montones de abominables herejías sobre Dios y la persona de Cristo, en toda la tierra. Los anticristos comenzaron a mancomunar sus cabezas y a dividir a Dios en tres personas, y el Señor el Salvador en dos, destruyendo de este modo el templo que el Señor había establecido mediante sus apóstoles. (. . .) [Por último] ya no quedó piedra sobre piedra que no hubiera sido volteada. (TCR 174)
Cualquiera que lea con los ojos abiertos el Credo Atanasiano, nacimiento póstumo del Concilio de Nicea, puede darse cuenta de que no se pensaba en ninguna otra forma de trinidad que no fuera la trinidad de tres dioses; y no solamente ellos la comprendieron así, sino todo el mundo cristiano, porque todo el mundo cristiano deriva su conocimiento de Dios de esa fuente, y todo hombre se aferra a la fe en sus palabras. Reto a todos, laicos o clérigos, doctores o profesores, obispos consagrados y arzobispos, cardenales de vestimenta púrpura y aun el mismísimo pontífice romano para que contesten mi afirmación de que hoy, en el mundo cristiano, la trinidad es concebida como algo diferente a una trinidad de dioses. Que cada uno consulte consigo mismo y hable sinceramente a partir de lo que en verdad piensa y cree. Las mismas palabras en que se formula esta doctrina universalmente aceptada con respecto a Dios hacen bien evidente que es así como se lo concibe, y esto es tan claro como agua pura en un vaso de cristal transparente. [También resulta claro] que habría tres personas, cada una de las cuales es Dios y Señor, y que según la verdad cristiana cada una de estas tres personas, por sí misma y separada de las demás, debe ser confesada o reconocida como Dios y Señor. Pero la religión católica (. . .) o cristiana (…) prohíbe que se diga que hay tres dioses, o que se nombre tres dioses y señores. Por lo tanto la verdad y la religión, o la verdad y la fe, no son una misma cosa sino dos cosas, contradictorias entre sí. Para que todo esto no fuera expuesto en su ridiculez a los ojos de todo el mundo [el mismo concilio] agregó que no hay tres Dioses y Señores, sino un solo Dios y Señor, porque ¿quién no se reiría de la idea de que habría tres dioses? Sin embargo, ¿no puede cualquiera percibir la contradicción que implica este agregado? (TCR 172)
Los que (…) entran en la otra vida habiendo pertenecido a la Iglesia Cristiana conciben casi todos al Señor como cualquier otro humano, no solamente separado de lo Divino (…) sino también separado de Jehová, y lo que aún es más, separado también de lo Santo que proviene de él. Dicen, ciertamente, «un solo Dios», pero siguen pensando todo el tiempo en tres. Dividen lo Divino en tres, porque lo separan en personas, y a cada una de ellas la denominan Dios atribuyendo a cada cual una propiedad distinta. En consecuencia se dice de los cristianos en la otra vida que adoran a tres dioses porque piensan en tres, por más que porfíen en decir uno. (AC 5256)
El padre, el Hijo y el Espíritu Santo son los tres esenciales de único Dios, como el alma, el cuerpo y la acción son el hombre. La mente humana recibe la impresión de que estos tres esenciales serían tres personas. (…) Pero entiéndase bien que lo divino del Padre, que constituye el alma, y lo divino del Hijo, que constituye el cuerpo, y lo divino del Espíritu Santo, que constituye la acción son los tres esenciales del único Dios. (…) Dios el Padre es Su Divinidad, y el Hijo del Padre es Su Divinidad, y el Espíritu Santo que proviene de ambos es Su Divinidad. Y siendo que estos tres son uno en esencia y en mente y en voluntad, constituyen un solo Dios. (…)
¿Quién podría dejar de percibir la trinidad Divina a partir de la trinidad de cada hombre? En todo ser humano hay cuerpo, alma y acción; del mismo modo es en el Señor. (…) En el Señor la trinidad es Divina, pero en el hombre es humana. (TCR 168169) Estos tres esenciales, cuerpo, alma y acción, tanto estuvieron como están en el Señor Dios el Salvador. Su alma provenía de Jehová, el Padre. (…) El Hijo que María dio a luz es el cuerpo de esta alma Divina. En el seno de la madre nada se forma excepto el cuerpo que ha sido concebido y que deriva del alma. (…) La acción constituye el tercer esencial desde que procede del cuerpo y del alma en conjunción, y lo que procede es de la misma esencia que aquello en donde se origina. Los tres esenciales, el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo en el Señor son uno, como el alma, el cuerpo y la acción en el hombre. (…) (TCR 167)
La esencia de Dios consiste en dos cosas, el amor y la sabiduría. La esencia de su amor consiste en tres cosas, a saber, amar a otros fuera de sí mismo, desear ser uno con ellos y a partir de sí mismo otorgarles la bienaventuranza. Porque el amor y la sabiduría en Dios hacen una sola cosa (…) las mismas tres cosas son la esencia de su sabiduría. El amor desea estas tres cosas y la sabiduría las realiza. (TCR 43)
Mediante la verdad que procede de él mismo, el Señor dirige todas las cosas, aun hasta los más estrictos singulares, no como un rey de este mundo, sino como Dios en el cielo y en el universo. Un rey de este mundo ejerce únicamente su cuidado sobre el conjunto, y sus príncipes y oficiales se ocupan de los particulares. Es de otro modo con Dios, porque Dios ve todas las cosas y conoce todas las cosas desde la eternidad, y provee para todas las cosas, por la eternidad, y por sí mismo hace que todas las cosas estén ordenadas según les corresponde. (…) El Señor no solamente ejerce su cuidado sobre el todo, sino que también se ocupa del cuidado particular e individual de todas las cosas. (…) Su forma de disponer las cosas es inmediata, mediante la verdad Divina de sí mismo, y también es mediata, usando como medio el cielo. (AC 8717)
El influjo (influencia) que proviene del Señor, es el bien del amor celestial, y por lo tanto del amor por el prójimo. En este amor el Señor está presente, porque él ama a la raza humana universal, y desea salvar por la eternidad a cada uno de sus miembros. Como el bien de este amor proviene de él mismo, él mismo está en él. Él está presente en el hombre que mora en el bien de su amor. (AC 6495)
Todo lo que procede del Señor invade instantáneamente el universo entero. Al irse derramando según gradaciones, y gracias a continuas formas de sucesivas mediaciones, no (…) llega solamente a los animales sino también más allá, a los vegetales y a los minerales. (CL 397) La presencia del Señor es incesante en cada ser humano, tanto en los buenos como en los malos. Sin su presencia ningún hombre viviría. Pero su venida se produce solamente en quienes lo reciben, siendo tales quienes creen en él y guardan sus mandamientos. La presencia incesante del Señor hace que el hombre sea racional, y le otorga la capacidad para llegar a ser espiritual. (TCR 774)
La salvación del hombre es el continuo obrar del Señor en el hombre, desde su más tierna infancia hasta lo último de su vida. Esta es una obra puramente divina, y nunca puede delegarse o entregarse a ningún hombre. Es hasta tal punto Divina que al mismo tiempo es la actuación de la omnipresencia, la omnisciencia y la omnipotencia. La reforma y la regeneración del hombre, y por lo tanto su salvación, provienen íntegramente de la Providencia Divina del Señor. (…) (AR 798)
Solamente ha de adorarse a Dios. El que no sabe qué significa esto de la adoración del Señor podrá pensar que al Señor le agrada ser adorado y que desea que el hombre le dé gloria, tal como ocurriría con cualquier humano, que para recibir la honra de los demás es capaz de concederles todo lo que le pidieren. El que cree esto no tiene conocimiento alguno del amor, y menos aún sabe qué es el amor Divino. El amor Divino consiste en desear la adoración y la glorificación, no por amor de estas mismas, sino por amor del hombre y de su salvación. El que adora al Señor y le concede toda gloria se encuentra en estado de humillación.
El hombre que se encuentra en estado de humillación elimina todo lo que es suyo propio, y en la misma medida en que esto se elimina recibe lo Divino. Lo que pertenece al hombre, por ser malo y falso, obstruye por sí mismo lo Divino. Esta es la gloria del Señor y la adoración que le ofrecemos obedece a este fin. La gloria por amor de sí mismo proviene del amor por sí mismo. El amor celestial difiere del amor de sí mismo como el cielo difiere del infierno, e infinitamente mayor es la diferencia que hay entre el amor celestial y el amor divino. (AC 10646)
La adoración exterior [el culto] (…) corresponde a la adoración interior cuando lo esencial forma parte de la adoración. Lo esencial, en este caso, es la adoración del Señor desde el corazón. [Esta] no es de manera alguna posible si no hay caridad, o amor por el prójimo. En la caridad, o amor por el prójimo, está presente el Señor, y entonces se lo puede adorar desde el corazón. Así, entonces, la adoración proviene del Señor, y es el Señor el queda toda la capacidad y todo el ser de la adoración. Se sigue que según sea la caridad de un hombre, tal será su adoración o culto. Todo culto es adoración, porque la adoración del Señor debe estar en él para que sea culto. (AC 1150)
Todos reconocen a Dios y están unidos a Dios según la bondad de sus vidas. Todos los que saben algo acerca de la religión pueden conocer a Dios gracias a la información o por la memoria también pueden hablar de Él (…) Algunos también podrán pensar acerca de él por la comprensión. Pero esto lo único que produce es la presencia, si la persona en cuestión no vive rectamente, porque pese a todo puede apartarse de Dios y dirigirse al infierno, y esto es lo que ocurre si vive de manera malvada. Solamente los que viven rectamente pueden reconocer a Dios con el corazón. A éstos el Señor los aparta del infierno y los acerca a sí mismo, según la bondad de sus vidas. (DP 326)
Cuanto más íntima es la unión de un hombre con Dios, mayor será su sabiduría. (…) Cuanto más íntima es la unión de un hombre con Dios, mayor será su felicidad. (…) Cuanto más íntima es la unión de un hombre con Dios con tanto mayor claridad le parece, que se pertenece a sí mismo, y más claramente reconoce que pertenece al Señor. (DP 34, 37, 42)
El que es conducido por el diablo ejecuta usos por amor de sí mismo y del mundo. Pero el que es guiado por el Señor ejecuta usos por amor de él y del cielo. Todos los que rechazan los males como pecaminosos ejecutan usos para el Señor, mientras que todos los que no rechazan los males como pecaminosos ejecutan usos para el diablo, desde que el mal es el diablo y el uso o el bien es el Señor. De este modo, y no de alguna otra manera, es que se reconoce la diferencia. En la forma exterior tienen la misma apariencia de semejanza, pero en la forma interior son completamente diferentes. El uno es como oro dentro del cual hay escorias; el otro es como oro puro. El uno es como la fruta artificial, que en la forma exterior parece ser la fruta que da el árbol, aunque solamente es cera pintada, y en su interior contiene serrín o estopa, mientras que el otro es como una fruta excelente, agradable tanto en el gusto como en el aroma, y en su interior contiene semillas. (DP 215)
Nadie puede ver a Dios de otro modo que a partir de las cosas que están en él. El que está lleno de odio ve a Dios a partir de su odio; el que es inmisericorde lo ve a partir de su inmisericordia. Por otro lado, los que están llenos de caridad y misericordia lo ven a partir de, y por lo tanto en, la caridad y la misericordia. (AC 8819)
Al hombre que reconoce que todas las cosas de su vida provienen del Señor, el Señor le otorga el deleite y la bienaventuranza de su amor, en cuanto el hombre reconoce estas cosas y ejecuta usos. Cuando el hombre, por el reconocimiento y por la fe que nace del amor, como por sí mismo, adscribe al Señor todas las cosas de su vida, el Señor, a su vez, adscribe al hombre todo el bien que hay en su vida, el que conlleva toda la felicidad posible y toda la bienaventuranza posible. También lo capacita para, sentir y percibir interiormente y de manera exquisita que este bien está en él mismo como si fuera suyo, y tanto más exquisitamente en proporción como el hombre desea con su corazón lo que reconoce mediante su fe. La percepción, entonces, es recíproca, porque la percepción de que él está en el hombre y que el hombre está en él es agradable al Señor, y la percepción de estar en el Señor y de que el Señor esté en él es agradable para el hombre. Tal es la unión del Señor con el hombre y del hombre con el Señor por medio del amor. (AE 1138)
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