Los Dos Advenimientos

Hay muy pocos hoy, aun entre los cristianos practicantes, que encuentren fácil aceptar la idea de que Dios viene a la tierra en la persona de Cristo. Más aún, el nacimiento virginal ha sido una piedra de tropiezo de no poca monta para la mayoría de los incrédulos, muchos de los cuales rechazan la idea de entrada. Swedenborg creía sin vacilación alguna que Cristo era Dios en la tierra. Afirma, además, que solamente tal advenimiento pudo detener el avance del poder del mal en el mundo que en aquella época iba en aumento. Por lo tanto la teología de Swedenborg reposa sobre la aceptación del principio fundamental del cristianismo.

Pero el aspecto más insólito de su punto de vista radica en la afirmación que escuchamos hacer a Swedenborg, con impasible serenidad, de que Dios lo usó a él como medio para revelarse a los hombres por segunda vez. A diferencia del primer adviento que requirió la presencia personal de Dios, la segunda venida pudo efectuarse mediante la mente humana de Emanuel Swedenborg. Hacia el siglo XVIII la raza humana había evolucionado hasta un punto en el que una explicación racional de la revelación divina era al mismo tiempo posible y necesaria. Esta pretensión ha sido, indudablemente, uno de los principales obstáculos contra la aceptación más amplia de la teología de Swedenborg. Mientras tanto, el cuestionamiento de la fe que prevalecía en el siglo XIX ha cedido lugar al más generalizado escepticismo contemporáneo. En tal clima espiritual, el concepto que sostiene Swedenborg, de dos advenimientos divinos, apenas si encuentra quienes estén dispuestos a apoyarlo.

Sin embargo, no podemos poner en tela de juicio la sinceridad con que Swedenborg hizo afirmaciones tan sorprendentes como éstas, y el testimonio de quienes lo han estudiado, sea que llegaran a convertirse a su fe o no, indica que sus escritos no pueden hacerse de lado con ligereza. La comprensión del concepto que tenía Swedenborg de esta «segunda venida» amplía el significado que ya daba a la naturaleza divina de la venida de Jesús.

Jehová Dios descendió y tomó sobre sí lo Humano, a fin de reducir a su orden todas las cosas, tanto en el cielo como en la iglesia. En aquella época el poder del (…) infierno prevalecía sobre el poder del cielo, y en la tierra el poder del mal prevalecía sobre el poder del bien. En consecuencia, la amenaza inmediata era la de una total condenación. Jehová Dios eliminó esta inminente condenación mediante su Humano, redimiendo de este modo tanto a los ángeles como a los hombres. (…) Sin la venida del Señor nadie hubiera podido ser salvo. (TCR 121)

Los infiernos habían asumido tal magnitud porque en la época cuando el Señor vino al mundo, toda la tierra se había apartado completamente de Dios mediante sus idolatrías y prácticas mágicas. La iglesia que había existido entre los hijos de Israel y después entre los judíos había sido totalmente destruida mediante la falsificación y adulteración de la Palabra. Todos éstos, tanto judíos como gentiles, después de la muerte fluyeron hacia el mundo de los espíritus, donde a la larga su número era tan enorme, y se habían multiplicado tanto, que sólo el descenso de Dios en persona podía expulsarlos, por el poder de su brazo Divino. (TCR 121)

Por su vida pervertida y las consiguientes convicciones falsas, la raza humana había llegado a estar completamente perdida. Las pasiones inferiores del hombre comenzaron a tener dominio sobre sus aptitudes superiores —las cosas naturales sobre las espirituales— hasta el punto que (…) el Señor ya no podía fluir a los hombre a través del cielo a fin de reducirlos al debido orden. En consecuencia se hizo necesaria la venida del Señor al mundo, para que asumiendo lo Humano (…) lo hiciera Divino, y así restaurar el orden de tal modo que el cielo universal tuviera relación con él como Único Hombre, y (…) correspondiera solamente con él. (AC 3637) Aproximadamente hacía el tiempo de la venida del Señor, los infernales hubieran podido llegar a ocupar una gran parte del cielo. Viniendo al mundo, y haciendo que lo Humano en él llegara a ser Divino, el Señor los expulsó (…) y los arrojó a los infiernos, y de este modo libró al cielo de ellos, y lo [entregó] (…) como herencia a los que quisieran pertenecer a su reino espiritual. (AC 6306) A menos que el Señor hubiera venido al mundo y abierto las interioridades de la Palabra, se habría roto la comunicación con el cielo a través de la Palabra. Entonces la raza humana en esta tierra hubiera perecido, porque el hombre no puede pensar en verdad alguna ni hacer bien alguno (…) si no es mediante el cielo, a partir del Señor. La Palabra (…) abre el cielo. (AC 10276)

[Muchos creen] (…) que el Padre envió al Hijo para que sufriera las cosas más duras, e inclusive la muerte en la cruz, y luego, fijándose en la pasión y en los méritos del Hijo, habría tenido compasión de la raza humana. Pero (…) Jehová no tiene misericordia por mirar la pasión y mérito de un Hijo, porque él es la misericordia misma. El arcano de la venida del Hijo al mundo es que él unió en sí lo Divino con lo Humano, y lo Humano con lo Divino. [Esto] no hubiera podido lograrse sino a través de las más drásticas y dolorosas tentaciones. (…) Gracias a esa unión fue posible que la salvación alcanzara a la raza humana, en la cual no quedaba ya ningún bien, celestial, o espiritual, o siquiera natural. (…) (AC 2854)

Jehová Dios no hubiera podido penetrar en el mundo y realizar tal obra sino por medio de su Humano. (…) El que es invisible no puede dar la mano o conversar con el otro a menos que se haga visible. Un ángel o un espíritu no hubiera podido mantener contactos con los seres humanos, aun estando muy cerca de su cuerpo y frente a su misma cara. Ni puede alma alguna conversar con otra, o actuar sobre otra, a menos que lo haga mediante su cuerpo. El sol, con su luz y calor, no puede actuar sobre el hombre, o la bestia o el árbol a menos que primero penetre el aire, y actúe después mediante éste. Y puede actuar sobre un pez solamente a través del agua, desde que (…) debe actuar a través del elemento en el cual el objeto de su acción habita. Nadie puede sacarle las escamas a un pez sin un cuchillo, desplumar un gallo sin tener dedos, o descender hasta el fondo de un lago sin hacerlo en una escafandra. En una palabra, cada cosa debe adaptarse a la otra antes que pueda comunicarse con ella o actuar sobre ella (…) o contra ella.

La pasión de la cruz fue la última tentación que el Señor debió soportar (…) y fue el medio de la glorificación de su Humano. [Su Humano] (…) estaba unido a lo Divino del Padre, pero esto no es la redención. Hay dos cosas para las que el Señor vino al mundo, y mediante las cuales salvó a los hombres y a los ángeles, a saber, la redención y la glorificación de su Humano. Estas dos difieren entre sí; sin embargo, en relación con la salvación, constituyen una misma cosa. (…) La obra de redención fue un combate contra los infiernos y la restauración del orden en los cielos.

Pero la glorificación es la unión de lo Humano del Señor con lo Divino de su Padre. Esto se efectuó de manera gradual, en un proceso que se completó con la pasión de la cruz. Todo hombre, por su lado, debiera acercarse a Dios. En la medida en que el hombre se acerca a Dios, Dios, por su parte, entra en él. Ocurre lo mismo que con un templo, que primero debe ser construido. Esto lo hacen las manos de los hombres. Luego debe ser dedicado, y finalmente se hará oración para que Dios se haga presente y en él se una con la iglesia. La unión en sí fue completada mediante la pasión de la cruz, porque ésa fue la última tentación que el Señor soportó en el mundo. Es mediante la tentación que se efectúa la conjunción o unión de lo Humano y lo Divino. En las tentaciones, aparentemente, el hombre es dejado librado a sus propios recursos y queda solo; pero en realidad no es así. Dios está presente en lo más íntimo del hombre, muy cerca de él, y lo sostiene. Cuando el hombre vence la tentación en lo más interior de su persona se efectúa la unión con Dios, del mismo modo como, en la tentación, el Señor estuvo unido en lo más íntimo con Dios, su Padre (…) (TCR 126127)

No fue con respecto a su Divino, sino con respecto a su Humano que el Señor sufrió. Fue de ese modo que se efectuó la unión interior más profunda y por lo tanto más completa. (…) Estas dos cosas, la redención y la pasión en la cruz, deben entenderse como diferentes entre sí. De otra manera la mente humana, como un navío, se encalla en bancos de arena o arrecifes y naufraga, con su capitán, su piloto, y toda la tripulación, es decir comete error en todas aquellas cosas que tienen que ver con la salvación mediante el Señor. Sin la idea de que estas dos cosas son diferentes, el hombre vive como en un sueño, y ve cosas imaginarias, y de éstas extrae conclusiones, suponiendo que son reales, cuando en realidad son fantásticas. (…) Pero aun cuando la pasión de la cruz y la redención son dos cosas distintas, en lo que respecta a la salvación son una sola. Fue mediante la unión con su Padre, completada gracias a la pasión de la cruz, que el Señor se convirtió en el Redentor por la eternidad. (TCR 126127)

[Muchos creen] (…) que el Señor con respecto a lo Humano que hay en él no solamente fue sino que todavía es hijo de María. Pero en esto el mundo cristiano sufre un engaño. Es cierto que fue el hijo de María, pero ya no lo es. Mediante los actos de la redención se despojó de lo humano de su madre y se revistió de lo Humano que proviene del Padre. Es por eso que lo Humano del Señor es Divino, y en él Dios es Hombre y el Hombre es Dios. (TCR 102)

Puede ocasionar sorpresa que el Señor poseyera un mal heredado de su madre. (…) [Sin embargo,] ningún ser humano puede nacer de otro ser humano sin recibir de éste el mal. Pero el mal hereditario que se deriva del padre es una cosa, y el que se deriva de la madre es otra. El mal hereditario que proviene del padre es más interior, y permanece por toda la eternidad. Posiblemente no puede ser erradicado. Pero el Señor no poseía este mal, porque nació de Jehová, el Padre y en cuanto a los internos fue así Divino o Jehová. El mal hereditario que proviene de la madre atañe al hombre exterior. Este existió en el Señor. (…) El Señor nació como lo hacen los otros hombres (…) y sufrió de los mismos padecimientos que son la suerte común a todos los humanos. Derivó de su madre el mal hereditario (…) y debió padecer tentaciones. Nadie puede ser tentado si no tiene en sí el mal. Es el mal que hay en el hombre el que tienta, y a través del cual el hombre es tentado. El Señor fue tentado, y (…) sufrió tentaciones mil veces más penosas de lo que cualquier otro hombre podría soportar jamás. (…) (AC 1573)

En resumen, el Señor desde su más temprana infancia hasta la última hora de su vida en el mundo, fue asaltado por todos los infiernos, contra los cuales continuamente combatió, subyugándolos y venciéndolos. Esto [fue hecho] solamente por amor hacia toda la raza humana. Porque este amor no era humano sino divino y porque conforme es la magnitud del amor lo es la de la tentación, puede entonces apreciarse cuan penosas fueron las luchas y cuan grande la ferocidad de los infiernos. (AC 1690)

El Señor glorificó su Humano (…) [y] lo unió con lo Divino del Padre (…) [o] con lo Divino que había en él desde su concepción. [Esto fue hecho] para que fuera posible que la raza humana fuera unida con Dios el Padre, en él y por él. (AR 618) Cuando el Señor estaba en el mundo lo hizo en dos estados distintos entre sí, a saber, el estado de exinanición y el estado de glorificación. El primero de estos estados, o sea el de exinanición, está descripto en la Palabra en muchos lugares y especialmente en los Salmos de David, también en los Profetas, y particularmente en Isaías, capítulo 53, donde se dice de él que vació su alma, aun hasta la muerte (versículo 12). [Este era un estado de progreso hacia la unión.] Este mismo fue el estado de humillación frente al Padre: porque fue en él que oró al Padre. El Señor dijo que hacía la voluntad de su Padre, y atribuye al Padre todo lo que hizo y dijo. Que haya orado al Padre resulta evidente según (…) Mateo 26:39, 44, Marcos 1:35, 6:46, 14:3239, Lucas 5:16, 6:12, 22: 4144, Juan 17:9, 15, 20. Que haya hecho la voluntad de su Padre [puede constatarse] en Juan 4:34, 5:30. Que haya atribuido al Padre todo lo que hizo y dijo [aparece en] Juan 8:2628, 12:4950, 14:10. Llegó hasta a clamar en la Cruz diciendo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Mateo 27:46, Marcos 15:34). Más aún, excepto por este estado, no hubiera podido ser crucificado.

Pero el estado de glorificación es (…) el estado de unión. Estaba en este estado cuando fue transfigurado en la presencia de sus tres discípulos, y también cuando hizo milagros, y en todos aquellos momentos cuando dijo que él y el Padre eran uno, que el Padre estaba en él y que él estaba en el Padre, y que todas las cosas que son del Padre eran suyas. Cuando la unión era completa (…) poseía «potestad sobre toda carne» (Juan 17:2), y «toda potestad, en el cielo y en la tierra» (Mateo 28:18), además de otras cosas.

Estos dos estados de exinanición y de glorificación pertenecían al Señor porque no hay otro modo de alcanzar la unión, siendo así según el orden divino, que es inmutable. El orden divino es que el hombre debe ponerse él mismo en orden a fin de recibir a Dios, y prepararse para ser receptáculo y morada adecuada en la cual Dios pueda entrar y, tal como en su templo, residir. El hombre debe hacer esto por sí mismo, y sin embargo reconocer que proviene de Dios. Esto debe reconocerlo, porque no es capaz de sentir la presencia y operación de Dios en él, aunque Dios, en la forma más íntima y cercana de presencia, opera todo el bien del amor y toda la verdad de la fe en el hombre. Todo hombre (…) debe progresar de acuerdo con este orden, si ha de llegar a ser espiritual a partir de su primera condición, que es la natural.

Del mismo modo fue necesario que el Señor progresara, a fin de hacer divino su natural humano. Es por eso que oró al Padre, que hizo la voluntad de su Padre, que le atribuyó a El todo lo que hizo y dijo, y que exclamó sobre la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?». En este estado Dios parece estar ausente. Pero después de este estado viene otro, que es el estado de conjunción con Dios, en el cual el hombre actúa como lo hacía anteriormente, pero ahora a partir de Dios. Pero ahora no necesita,  como anteriormente, atribuir a Dios todo el bien que quiere y hace, y toda la verdad que piensa y dice, porque todo esto está escrito en su corazón, y por lo tanto está presente interiormente en todas sus acciones y palabras. De manera similar el Señor se unió al Padre, y el Padre se unió a él. En otras palabras, él glorificó su humano (…) o lo hizo divino, del mismo modo como regenera al hombre, [y] lo hace espiritual. (TCR 104105)

La redención en sí fue el sojuzgamiento de los infiernos, la restauración del orden en los cielos, y mediante todo esto, la preparación para una nueva iglesia espiritual. (…) En estos días [1770] el Señor también está efectuando una redención, que comenzó en 1757, junto con un juicio final que tuvo lugar en esa fecha. Esta redención ha seguido operándose hasta la actualidad, porque es, en nuestro día, la segunda venida del Señor. Debe ahora, establecerse una nueva iglesia. Esto no hubiera podido ser hecho sin el previo sometimiento de los infiernos y la restauración del orden en los cielos. (TCR 115)

La segunda venida del Señor se anticipa en el Apocalipsis, y en Mateo 24:3, 30, Marcos 13:26, Lucas 21:27, Hechos de los Apóstoles 1:11 y en otros lugares. (…) En la primera venida del Señor (…) el incremento de los infiernos fue obra de los idólatras, los magos y los falsificadores de la Palabra. En su segunda venida fue obra de los así llamados «cristianos», tanto de aquellos que habían adoptado el naturalismo como de aquellos que habían falsificado la Palabra usándola para confirmar su creencia fabulosa en tres personas divinas que existirían desde la eternidad, y en la pasión del Señor como constitutiva, en sí misma, de la redención (…) (TCR 121)

Esta segunda venida del Señor no es una venida en persona, sino en la Palabra, que proviene de él y es él en sí mismo. (TCR 776) Ha placido al Señor revelar el sentido espiritual de la Palabra, porque el verdadero cristianismo ha comenzado a alborear, y una Nueva Iglesia, que en el Apocalipsis es denominada Nueva Jerusalén se está estableciendo por el Señor, en la cual Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son reconocidos como uno, al proclamárselos como una Persona. (TCR 700)

Esta segunda venida del Señor se efectúa mediante un hombre a quien el Señor se ha manifestado personalmente y a quien él ha llenado con su Espíritu, para que enseñe las doctrinas de la Nueva Iglesia, que provienen del Señor mediante la Palabra. (…) El Señor (…) hace estas cosas mediante un hombre, el cual es capaz no solamente de recibir estas doctrinas en su entendimiento, sino también de publicarlas de manera impresa. El Señor se ha manifestado ante mí, su siervo, y me ha comisionado para cumplir esta función. Después abrió los ojos de mi espíritu (. ..) me introdujo en el mundo espiritual (…) me «concedió ver los cielos y los infiernos, (…) hablar con ángeles y con espíritus, y esto de manera continuada, durante muchos años. (…) Desde el primer día de este llamado no he recibido nada, en lo que respecta a las doctrinas de la Nueva Iglesia, que provenga de ángeles sino del mismo Señor, mientras leía la Palabra. (TCR 779)


Category: Temas Espirituales

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