La Naturaleza de la Sabiduría

La forma en que Swedenborg concibe la naturaleza de la creación descansa en su creencia en la inviolabilidad de la libertad humana. El hombre puede usar esta libertad para fines que afirman o niegan el plan divino; de otro modo, la libertad del hombre no sería genuina. Sin embargo, dentro del ámbito de la libertad divinamente otorgada, Dios espera que el hombre la use para aplicarse a la sabiduría. Swedenborg define la sabiduría como la fusión del bien y la verdad, en apoyo del uso. Algunos de los aspectos más difíciles de la concepción de vida de Swedenborg se encuentran en sus comentarios sobre la naturaleza de la mente humana, cómo ésta recibe influjos (influencias) del mundo espiritual, y cómo llega a adoptar decisiones. Los extractos que siguen a continuación se han escogido teniendo en mente el propósito de que sirven como introducción a las ideas de Swedenborg con respecto al tema muy difícil de la naturaleza de la sabiduría, un tema sobre el que han discutido durante siglos los filósofos y los teólogos, sin haber llegado a ponerse de acuerdo.

El orden divino [establece que] el hombre ha de actuar libremente, según la razón, porque actuar libremente según la razón es actuar a partir de sí mismo. Y sin embargo, estas dos facultades, la libertad y la razón, no pertenecen (…) [al hombre] sino que son del Señor en él. En la medida en que es hombre, no se le debe privar de ellas, porque sin ellas no podría reformarse. Sin ellas no puede haber arrepentimiento, no se puede luchar contra el mal, y luego producir frutos dignos de arrepentimiento. El hombre posee la libertad y la razón a partir del Señor. Al actuar a partir de ellas, por lo tanto, el hombre no está actuando desde sí mismo, aunque actúa como si fuera desde sí mismo. (Life 101)

Hay tres cosas que van unidas y que no pueden separarse, el amor, la sabiduría y el uso de la vida. Si se separa uno de estos tres, los otros dos se desploman. (AR 352) Nadie crea que posee sabiduría, por saber muchas cosas, percibir muchas cosas bajo una cierta medida de luz, o ser capaz de hablar inteligentemente sobre ellas, a menos que su sabiduría esté unida al amor. Es el amor que, mediante sus afectos, produce la sabiduría. Sin estar unida al amor, la sabiduría es como un meteoro que se desvanece en el aire, como una estrella errante. La sabiduría unida al amor es como la luz imperecedera del sol, y como una estrella fija en el firmamento. El hombre posee el amor de la sabiduría cuando experimenta aversión (…) hacia las pasiones del mal y la falsedad. (DP 35)

En la [mente] hay conocimientos acumulados en la memoria de distintas clases. Hay conocimientos acumulados en la memoria con respecto a las cosas terrenales, corporales y mundanales, y éstos son los más inferiores, porque proceden de manera inmediata de los sentidos exteriores, o del cuerpo. Hay conocimientos acumulados en la memoria sobre el estado civil, su gobierno, sus estatutos y leyes, que son algo más interiores. Hay conocimientos acumulados en la memoria sobre las cosas de la vida moral, que son aún más interiores. Pero los conocimientos acumulados en la memoria que pertenecen a la vida espiritual son todavía más interiores que todos. Entre estos últimos (…) las doctrinas de la iglesia (…) en la medida en que están en un hombre solamente por la enseñanza de la doctrina, no son sino conocimientos acumulados en la memoria. Pero cuando provienen del bien del amor, se elevan por encima de los conocimientos acumulados en la memoria, porque entonces están en la luz espiritual, desde donde contemplan a los conocimientos acumulados en la memoria por debajo de ellos, en la jerarquía [de los contenidos mentales]. Mediante los grados de los conocimientos acumulados en la memoria el hombre va ascendiendo hacia la inteligencia, porque es mediante estos grados que los conocimientos acumulados en la memoria abren la mente, de tal manera que la luz celestial pueda fluir en ella. (AC 5934)

Desde su infancia hasta el fin de su vida en la tierra, el hombre es perfeccionado en la inteligencia y la sabiduría, y si él consiente, en la fe y el amor. Los conocimientos acumulados en la memoria tienen por objeto principalmente conducir a este uso. Se absorben los conocimientos mediante el oído, la vista y la lectura, y se los almacena en la memoria exterior o natural. Están a la disposición de la visión interior o entendimiento, que se vale de ellos como de un plano de objetos, entre los cuales puede escoger y entresacar aquellos que promuevan la sabiduría. En virtud de su luz, que proviene del cielo, la visión interior o entendimiento contempla este plano, es decir, esta memoria, que está debajo de él. De entre las distintas cosas que están allí elige y entresaca aquellas que concuerdan con su amor. A éstas las convoca a sí desde aquel plano, y las almacena en (…) la memoria interior. De ésta es que vive el hombre interior, y su inteligencia y sabiduría provienen de ella. (AC 9723)

Un niño, no teniendo aún una edad madura, no puede pensar a partir de nada verdaderamente superior a su exterior natural, porque compone sus ideas a partir de las cosas de los sentidos. Pero a medida que crece y, de entre las cosas de los sentidos, extrae conclusiones con respecto a las causas, comienza a pensar desde el interior natural. Con las cosas de los sentidos, entonces, formará algunas verdades, que se elevan por encima de los sentidos, aunque siguen estando, sin embargo, dentro del plano de las cosas naturales. Pero cuando llega a ser un hombre joven, al madurar, si cultiva su racionabilidad, formará razones a partir de las cosas que tiene en su interior natural, razones que son verdades aún más elevadas y son como si fuesen extraídas de las cosas en el interior natural. Las ideas del pensamiento que se forman a partir de éstas en el mundo erudito e intelectual se denominan ideas intelectuales o inmateriales. [Por otro lado], las ideas que [derivan] de los conocimientos acumulados en la memoria (…) de los sentidos (…) participan del mundo [y] se denominan ideas materiales. De este modo el hombre asciende en su entendimiento desde este mundo hacia el cielo. Pero aún no llega al cielo con su entendimiento, a menos que reciba el bien del Señor, que está permanentemente presente y fluye permanentemente hacia él. Sí recibe los bienes, las verdades también le son concedidas, porque en el bien todas las verdades encuentran su morada. Así como las verdades le son concedidas, así también el entendimiento, en razón del cual [tal vez] llega a estar en el cielo. (AC 5497)

El hombre no es hombre por poseer un rostro humano y un cuerpo humano, sino por la sabiduría de su entendimiento y la bondad de su voluntad. Al ascender la calidad de éstas, cada vez se convierte en más hombre. Al nacer el hombre es más bruto que cualquier animal, pero se convierte en hombre gracias a los distintos tipos de instrucción que recibe, mediante las cuales se forma su mente. Gracias a su mente, y según la calidad que ésta posea, el hombre es hombre. Hay algunas bestias cuyos rostros se asemejan al humano, pero éstas no gozan de la facultad del entendimiento o de hacer lo que hacen a partir del entendimiento. Actúan a partir del instinto que su amor natural excita. (…) La bestia expresa mediante sonidos los afectos de su amor, mientras que el hombre los expresa mediante el lenguaje, así como se formulan en su mente. La bestia, con su rostro hacia abajo, mira la tierra, mientras que el hombre, con su rostro hacia arriba, contempla el cielo a su alrededor. De todo esto puede inferirse que el hombre es hombre en la medida en que habla a partir de una sana razón y mira hacia adelante, contemplando su mansión en el cielo. [Cuando] habla a partir de una razón pervertida, y mira solamente su mansión terrenal, (…) no es un hombre. Sin embargo, aun éstos son potencialmente humanos, aunque no realmente, porque cada hombre goza de la habilidad de comprender la verdad y de querer lo bueno. Pero en la medida en que no desea hacer lo bueno ni comprender la verdad, lo único que hace es falsificar al nombre en su exterioridad, y hacer el papel del mono, imitando al verdadero hombre. (TCR 417)

Las verdades deben conocerse y creerse, porque el hombre es iluminado mediante las verdades, pero es engañado por las mentiras. Gracias a las verdades se abre a lo racional un campo inmenso y casi ilimitado. Pero las mentiras no abren campo alguno, aunque no parezca ser así. Es porque los ángeles están en las verdades, que ellas gozan de una sabiduría inmensa, porque la verdad es la mismísima luz del cielo. (AC 2588)

El que aprende las verdades y no las practica, es como el que siembra semilla en un campo y no trabaja la tierra. La semilla se hincha por las lluvias y se arruina. Pero el que aprende verdades y las practica, es como el que siembra y cubre las semillas, y la lluvia entonces sirve para que se produzcan plantas de cereales, y pueda cosecharse mucho grano, y ser usado para la alimentación. (TCR 347)

Los hombres sensuales pueden razonar, algunos más hábilmente y con más perspicacia que otros hombres, pero únicamente por virtud de las falacias de los sentidos confirmados por sus saberes, y porque pueden razonar así con habilidad ellos se creen más sabios que otros. [Empero] el fuego que aviva (…) sus raciocinios es el fuego del amor al propio yo y al mundo. (HH 353)

Todos [los hombres] tienen la capacidad de entender y de ser sabios, pero la razón por la que algunos son más sabios que otros es que no todos atribuyen al Señor del mismo modo todas las cosas que pertenecen a la inteligencia y la sabiduría. (…) Los que atribuyen todo al Señor son más sabios que el resto, porque todas las cosas del bien y la verdad, que constituyen la sabiduría, fluyen del cielo. (…) La atribución de todas las cosas al Señor abre los interiores del hombre hacia el cielo, porque es de este modo que se reconoce que ninguna de las cosas que pertenecen a la verdad y al bien son de uno mismo. En la proporción en que se reconoce esto, se aparta de uno el amor de sí mismo, y con el amor de sí mismo la espesa tiniebla de las falsedades y los males. En la misma proporción, también, el hombre ingresa en la inocencia, y en el amor y la fe del Señor de donde proviene la conjunción con lo Divino, el influjo (influencia) de allí, y su iluminación. (…) Todos por igual poseen la capacidad de ser sabios [aunque] no (…) la capacidad de llegar a poseer la misma medida de sabiduría. (…) Por la capacidad de ser sabios no se quiere decir la capacidad de razonar acerca de las verdades y los bienes que derivan de los conocimientos acumulados en la memoria, ni la capacidad de confirmar lo que a uno se le ocurra. La capacidad de ser sabios es la de discernir lo que es bueno y verdadero, elegir lo adecuado, y aplicarlo a los usos de la vida. Los que atribuyen todas las cosas al Señor son capaces de este discernimiento, elección y aplicación, mientras que quienes no atribuyen todas las cosas al Señor, sino a sí mismos, solamente saben cómo razonar sobre las verdades y los bienes. (…) Al no poder contemplar ellos mismos las verdades quedan separados y confirman todo lo que reciben, sea verdadero o falso. Los que pueden hacer eso en forma docta gracias a los conocimientos acumulados en la memoria son tenidos por el mundo como más sabios que otros. Pero cuanto más se atribuyan a sí mismos todas las cosas, más amarán lo que ellos mismos piensan, y más insanos serán. Confirman falsedades antes que verdades, males antes que bienes, y esto por no tener otra luz que aquella de las falacias y apariencias del mundo, y consecuentemente, su propia luz [natural] (…) que está separada de la luz del cielo. La luz (…) de este modo separada no es sino espesa tiniebla en comparación con las verdades y los bienes del cielo. (AC 10227)

La sabiduría procede del Señor, de la sabiduría procede la inteligencia, de la inteligencia la razón, y de este modo, mediante la razón, se vivifican los conocimientos de la memoria. Este es el orden de la vida. (…)(AC 121)


Category: Temas Espirituales

← Temas