El esfuerzo incesante del Señor, en su divina providencia, es unir el hombre a sí, y unirse él mismo con el hombre. Esta unión es lo que denominamos reforma y regeneración. Gracias a ella el hombre obtiene la salvación. (DP 123)
[Muchos] suponen que el hombre puede ser regenerado sin tener que sufrir tentaciones, y algunos creen que han sido regenerados cuando han sufrido apenas una sola tentación. Pero (…) sin tentaciones nadie puede ser regenerado, y muchas vienen sucesivamente una tras otra (…) La regeneración ocurre para que la vida del viejo hombre pueda morir, y de este modo ser insinuada la nueva vida celestial. (…) Debe haber una lucha, porque la vida del viejo hombre resiste, y no está dispuesta a permitir su extinción, y la vida del nuevo hombre no puede entrar sino cuando la vida del viejo ha sido extinguida completamente. (…) Hay lucha por ambas partes, y la lucha es terrible, porque está en juego la vida. (…) Hay muchas clases de males que han constituido el deleite de la primera vida. (…) Es imposible dominar simultánea y repentinamente todos estos males, porque se aferran al hombre muy firmemente, teniendo raíces en las generaciones precedentes desde tiempo inmemorial, y consecuentemente son innatos. [También han sido] confirmados desde la infancia mediante las pro¬pias malas acciones. Todos estos males son diametralmente opuestos al bien celestial que ha de insinuarse en el hombre para constituir la nueva vida. (AC 8403)
La tentación es el principio de la regeneración. (…) Toda regeneración tiene como meta que el hombre reciba una nueva vida. (…) (AC 848) El hombre nace a falsedades de todo tipo y por lo tanto, por sí mismo, está condenado al infierno. Para (…) poder ser rescatado del infierno debe (…) volver a nacer, en el Señor. Este nuevo nacimiento es lo que se denomina regeneración. Para (…) poder volver a nacer lo primero que es necesario es el aprendizaje de verdades, y si uno pertenece a la iglesia debe aprenderlas de la Palabra, o de la doctrina que deriva de la Palabra. La Palabra y la doctrina que deriva de la Palabra enseñan lo que es bueno y verdadero, y lo bueno y verdadero enseña lo que es falso y malo. A menos que el hombre sepa estas cosas no puede ser regenerado, porque permanece en sus maldades y falsedades, creyendo que las maldades son bienes y que las falsedades son verdades (…) El conocimiento de la verdad y del bien debe preceder a la regeneración, y deben iluminar el entendimiento del hombre. El entendimiento le ha sido dado al hombre para que pueda encontrar el camino mediante el conocimiento del bien y de la verdad, pues éstos, al ser recibidos por su voluntad, lo hacen bueno.
Las verdades se convierten en bien cuando el hombre las desea, y por desearlas las pone por obra. (…) Es lo mismo decir querer lo bueno o amar lo bueno. El hombre ama lo que quiere con su voluntad. También es lo mismo decir que se comprende la verdad que proviene del bien, o que se la cree. (…) En el hombre regenerado el amor y la fe actúan como una misma cosa. Esta conjunción, o matrimonio es lo que se denomina la iglesia, o el cielo y también el Reino del Señor. En el sentido supremo [esta conjunción es] la del Señor con el hombre. (AC 10367)
Tal como es formado el hombre así es perfeccionado en inteligencia y sabiduría, y llega a ser hombre. Ningún hombre es hombre gracias a su mente natural; a partir de ésta es más bien una bestia. Llega a ser hombre mediante la inteligencia y la sabiduría que proviene del Señor, y en la medida en que es inteligente y sabio es un hombre hermoso y un ángel del cielo. Pero en la medida en que rechaza, so¬foca y pervierte las verdades y los bienes de la Palabra (…) y (…) rechaza la inteligencia y la sabiduría, es un monstruo y no un hombre, porque no es sino un demonio. (…) (AE 790)
Dios, según sus propias leyes, es capaz de perdonar los pecados a cualquier hombre solamente si el hombre según sus leyes se abstiene de incurrir en ellos. Dios es capaz de regenerar espiritualmente al hombre solamente en la medida en que éste, según sus leyes, se regenera a sí mismo de manera natural. Dios está incesantemente trabajando por la regeneración del hombre, y por lo tanto para salvarlo. Pero no puede hacer nada ni lograr su objetivo si el hombre no se prepara como receptáculo y, de esta manera, allana el camino y abre la puerta para Dios. (TCR 73)
El hombre que está siendo regenerado no sufre privación de los deleites y placeres del cuerpo y de la mente inferior. Sigue gozando plenamente de sus deleites después de la regeneración, y aún más plenamente que antes, pero en proporción inversa. Antes de la regeneración, el deleite de los placeres era todo en su vida. Después de la regeneración el bien de la caridad llega a ser el todo de su vida, y entonces el deleite de los placeres sirve como medio (…) [o] como plano último, hacia el cual conduce el bien espiritual con su felicidad y bienaventuranza. (AC 8413)
Nadie puede decir que ha sido regenerado a menos que reconozca y confiese que la caridad es la realidad primordial de su fe, y a menos que se sienta afectado de amor por su prójimo y tenga misericordia de él. (AC 989) Antes de ser regenerado el hombre no puede dejar de pensar en las recompensas; pero es diferente cuando ha sido regenerado. Entonces se indignará si alguien piensa que hace bien a su prójimo por amor de la recompensa que recibirá, porque experimenta deleite y bienaventuranza en el acto mismo de impartir beneficios a los demás, y no piensa en la recompensa. (AC 8002) En él, que ha sido regenerado el hombre interior ejerce el dominio de la persona, y el hombre exterior es obediente y está sometido. En el no regenerado el hombre exterior gobierna, y el interior obedece, como si no existiera. El hombre regenerado sabe (…) gracias a la reflexión qué es el hombre interior y qué es el exterior. El hombre que no ha sido regenerado no sabe nada de todo esto, y no puede llegar a saber nada, ni siquiera poniéndose a reflexionar, desde que no tiene familiaridad con el bien y la verdad de la fe que tienen su origen en la caridad. (…) El hombre regenerado (…) y el hombre no regenerado (…) se diferencian entre sí como el verano y el invierno, como la luz y la oscuridad. El que ha sido regenerado es un hombre vivo, el no regenerado es un muerto. (AC 977)
Antes de la regeneración la vida sigue los preceptos de la fe, pero después de la regeneración obedece a los preceptos de la caridad. Antes de la regeneración nadie tiene conocimiento de lo que es la caridad en el plano de los afectos, sino solamente en el de la doctrina. (…) Después de la regeneración (…) ama a su prójimo, y le desea el bien con todo su corazón. Vive según una ley que está escrita en su corazón, y actúa movido por el afecto de la caridad. Este estado es totalmente distinto del anterior. Los que pertenecen al primer estado moran en la oscuridad total respecto de las verdades y los bienes de la fe, pero los que pertenecen al segundo estado están alumbrados por una relativa caridad. (AC 8013)
En los regenerados el orden de la vida se invierte; deja de ser natural para convertirse en espiritual. (…) El hombre regenerado actúa movido por la caridad. Todo lo que pertenece a su caridad pasará a pertenecer también a su fe. Sin embargo, se vuelve espiritual solamente en la medida en que permanece en las verdades. El hombre es regenerado solamente gracias a las verdades y a la vida congruente con ellas. Gracias a la verdad sabe lo que es la vida, y mediante la vida pone por obra las verdades y, de esa manera, une el bien y la verdad, matrimonio espiritual en que consiste el cielo. (DP 83)
El hombre no sabe nada de la manera en que está siendo regenerado, y apenas si se da cuenta de que lo está siendo. Pero si está deseoso de saber estas cosas, le bastará con observar cuidadosamente las metas que se propone y que rara vez descubre ante los demás. Si las metas tienden al bien (…) [y] se preocupa más por sus prójimos y por el Señor que por sí mismo, entonces puede considerar que está en un estado de regeneración. Pero si sus metas tienden hacia el mal (…) [y] se preocupa más por sí mismo que por los demás o por el Señor (…) no está en estado de regeneración. (AC 3570)
No hay un período definido dentro del cual se complete la regeneración del hombre, de tal manera que pueda decir: «Ahora soy perfecto.» Hay ilimitados estados de maldad y mentira en cada hombre, no solamente estados simples sino estados que en más de una manera son compuestos, que deben eliminarse del todo, hasta el punto que no vuelvan a aparecer más. (…) En algunos estados puede decirse que el hombre es más perfecto, pero en otros no. Los que han sido regenerados durante la vida de su cuerpo, y han vivido en la fe del Señor y en caridad hacia sus prójimos, siguen siendo perfeccionados, continuamente, en la otra vida. (AC 894)
Todo ser humano, mientras está siendo conducido por cualquier amor y sigue a cualquier cosa que lo atraiga, se supone, a sí mismo, un ser libre, aunque son los espíritus malignos en cuya compañía o corriente se encuentra los que lo llevan. Este hombre supone que en esto radica su libertad mayor, hasta el punto que supone que la pérdida de este estado puede hacerle caer en una vida sumamente infeliz, tal que «no es vida». Esto lo cree no solamente porque no está consciente de la existencia de cualquier otra vida, sino también porque está bajo la impresión de que nadie puede llegar al cielo sino después de atravesar innumerables miserias, pobrezas y de perderse todos los placeres. Pero (…) esta impresión es falsa. (…) El hombre no ingresa en un estado de libertad genuina hasta no haber sido regenerado y el Señor lo conduce a lo que es bueno y verdadero. Cuando está en este estado por primera vez es capaz de saber y percibir qué es la libertad, porque entonces sabe qué es la vida, y qué es la felicidad y cuál es el verdadero deleite de la vida. Antes de esto ni siquiera sabe qué es el bien, denominado a veces bien principal a algo que en realidad es el peor de los males. (AC 892)
La regeneración del hombre en este mundo es (…) [el] plano para la perfección de su vida para la eternidad. (AC 9334)
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