La tentación es un asedio contra el amor en el que [un] (. . .) hombre está, y la tentación lo asalta en el mismo grado en que posee el amor. Si el amor no sufre asedios, no hay tentación. Destruir el amor de alguien es destruir su vida, porque el amor es la vida. (AC1690)
Las tentaciones (…) son los medios que derrotan y dispersan los males y las mentiras, y mediante los cuales se induce el horror que ellos implican. (…) [de este modo] la conciencia es recibida por el hombre (…) y también fortalecida, y es así que el hombre resulta regenerado. (…) (AC 1692)
Hay tentaciones espirituales y tentaciones naturales. Las tentaciones espirituales pertenecen al hombre interior, pero las naturales son del hombre exterior. Las tentaciones espirituales a veces se producen sin que intervengan las tentaciones naturales, pero a veces van acompañadas de ellas. Las tentaciones naturales se producen cuando el hombre sufre en su cuerpo, por causa de los honores y las riquezas, en una palabra, en todo lo relacionado con la vida natural, como ocurre en el caso de las enfermedades, el infortunio, las persecuciones, los castigos y otras desgracias similares. Las ansiedades que se experimentan en esos momentos son lo que denominamos «tentaciones naturales».
[Sin embargo,] (…) estas tentaciones (…) no pueden considerarse genuinas, porque no son nada más que penas. Tienen como origen las heridas que se sufren como parte de la vida natural, que es la del amor por sí mismo y por el mundo. Los malvados a veces sufren estas penas, y son atormentados proporcionalmente a su amor por sí mismos y por el mun¬do. (…)
Las tentaciones espirituales pertenecen al hombre interior y son un asedio contra su vida espiritual. En este caso las ansiedades no están relacionadas con pérdida alguna que se haya sufrido en la vida natural, sino que se deben a pérdidas en la fe y la caridad, y consecuentemente de la salvación. Estas tentaciones frecuentemente tienen como origen tentaciones de orden natural, porque si alguien sufre (…) enfermedad, pena, la pérdida de riquezas o de honor, u otras cosas por el estilo, comienza a pensar en la ayuda del Señor (…) y entonces la tentación espiritual acompaña a la tentación natural. (AC 8164) [Pero] las tentaciones espirituales son poco conocidas en estos días. Ni se las permite actuar en la medida en que solían hacerlo antiguamente, porque el hombre no vive en la verdad de la fe y sucumbiría. (AC 762)
Cada tentación viene acompañada de alguna clase de desesperación y (…) sigue el consuelo. El que es tentado sufre ansiedades que inducen un estado de desesperación respecto de cuál ha de ser el fin. El combate de la tentación no es otra cosa sino esta desesperación. El que tiene la seguridad de la victoria no sufre de ansiedad, y por lo tanto no padece la tentación. (AC 1787) Nadie sufre de tentaciones hasta no haber llegado a la edad adulta. (AC 4248)
Cuando alguien sufre de tentaciones es como si tuviera hambre de bien, y como si estuviera sediento de verdad. Por lo tanto, cuando sale de la tentación absorbe el bien como el hambriento que ingiere alimentos cuando los consigue, y recibe la verdad como el sediento que encuentra para beber. (…) Después de la oscuridad y la ansiedad de las tentaciones, aparecen la luz y la alegría. (AC 6829)
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