El Bautismo Considerado como Puerta de Entrada

Un sermón del reverendo Michael Gladish

Toronto, Ontario, Canadá

15 de junio, 1997

Lecciones: Lecturas escogidas sobre el bautismo

Apocalipsis 21:9-27

Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal. Tenía un muro grande y alto con doce puertas, y en las puertas, doce ángeles, y nombres escritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas. Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel. El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro, el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio. Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que haga abominación o mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

Apocalipsis Clarificado 71:3-4

Jesús dijo, “Te aseguro que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5).

El bautismo es un signo. Es un símbolo, una señal, un recuerdo, una acción representativa que atestigua una realidad más profunda. No es la causa de nada espiritual, al contrario, es un efecto, un resultado de la resolución de una persona de entrar en la vida y las enseñanzas de la Religión Cristiana (o en el caso de un niño, la decisión de un adulto de introducir al niño en esa vida y esas enseñanzas).

Entonces, se dice que el ritual del bautismo es “como una puerta,” pero no una puerta que abre o corta el camino hacia la vida espiritual, pero más bien una puerta que señala la entrada de una persona en ella mediante el compromiso de aprender y practicar principios espirituales. Ese compromiso está abierto a todo el mundo, y por cierto es válido que cualquier padre puede hacerlo por su niño.

Imaginemos un gran arco de piedra como el Arco de Triunfo de París o un arco parecido de la época romana. Tales arcos son puertas ceremoniales, y si entramos por uno de ellos no vamos a convertirnos automáticamente en personas diferentes de las que éramos antes de hacerlo. Sin embargo, al pasar por tal arco podemos tener un sentimiento o una impresión de entrar en un mundo nuevo o especial, de disfrutar una nueva experiencia, o de vislumbrar la experiencia de los para los cuales el arco fue construido. Por cierto, mientras que pasemos por este arco nos daremos cuenta que estamos haciendo una declaración: “Ahora nos dirigimos por ESTE camino; ahora hacemos algo especial.” Es un punto de referencia. Nos fijamos en él. Lo recordamos. Y pensamos en las cosas que representa.

Asimismo con el bautismo. En sí el acto es muy simple; en realidad, nada podría ser más simple y rutinario. La palabra misma significa “lavar” o “meter en el agua,” y hacemos eso cada día de nuestra vida, y, normalmente, muchas veces cada día. Los bebés, sobre todo, necesitan ser lavados y limpiados constantemente (por razones evidentes). Y no obstante, el bautismo, este lavatorio ceremonial particular, se destaca o es distinto exactamente como el pasaje por una puerta especial es distinto del paseo cotidiano.

¿Y qué significa “bautismo”? Las doctrinas de esta iglesia, la Nueva Iglesia, lo aclaran—pero indican también que sin un conocimiento del sentido espiritual del Verbo no está claro. Por consiguiente, muchas personas participan en el acto del bautismo sabiendo que tiene un significado especial, sabiendo también que es una puerta de entrada , pero no sabiendo ¿por qué? ni ¿cómo?. Pero es muy simple: el agua representa el conocimiento de la verdad, en realidad el agua corresponde al conocimiento de la verdad, lo que quiere decir que el conocimiento de la verdad hace para el espíritu exactamente las mismas cosas que el agua hace para el cuerpo: alimenta, limpia exteriormente y abre un camino hacia una purificación interna. La aplicación del agua no limpia el espíritu, pero al limpiar el cuerpo ella representa el limpiar del espíritu, lo cual es el verdadero objetivo del bautismo.

Una vez que vemos esto, podemos comprender que el bautismo considerado como puerta de entrada es una introducción ceremonial a las enseñanzas específicas de la iglesia en la cual el bautismo toma lugar. Asimismo si pasamos por el Arco de Triunfo de París vamos a hallarnos en medio del ambiente y de las influencias de la avenida llamada Champs Elysées.

En este caso la puerta de entrada conduce a un mundo maravilloso de nuevos conocimientos revelados por el Señor para que podamos comprender y vivir la Religion Cristiana en su verdadera esencia y de una manera llena de libertad espiritual y de racionalidad, en vez de meramente según ciertas costumbres y tradiciones. Es como una de las puertas simbólicas de la Nueva Jerusalén descritas por Juan en el Apocalipsis. Se abre y da entrada a una ciudad fabulosa de oro y llena de luz, con calles y murallas tan claras como el cristal, representando la ilustración de la mente mediante la comprensión de la verdad y cómo ella funciona en los asuntos cotidianos de la vida. Pero no conseguimos esta ilustración, no obtenemos esta comprensión, a menos que entremos en ella por la puerta de conocimientos, en realidad por la puerta de reconocimiento o aceptación, la cual exige la aplicación de la verdad revelada a nuestra propia vida.

Cuando las Escrituras de la Nueva Jerusalén describen esta situación, introducen una comparación de los usos distintos servidos por los DOS sacramentos, el bautismo y la sagrada cena. Se dice que ambos sacramentos nos introducen a la vida eterna, pero el primero nos introduce a las enseñanzas que pueden llevarnos allá, y el segundo en realidad nos invita a entrar. Escuchen Uds.:

“Estas dos etapas se pueden comparar al caso de un príncipe que nace para ser rey: primero se le presentan los conocimientos necesarios para capacitarlo para gobernar; la segunda etapa consiste en su coronación y su reino. En otra comparación se trata de un hijo nacido en una familia riquísima y este hijo empieza por aprender y absorber los muchos asuntos referentes a la administración eficaz de propiedades y riqueza; la segunda etapa empieza cuando toma posesión de su herencia y empieza a administrarla. Hay otras comparaciones también: la diferencia entre construir una casa y vivir en ella; también hay la diferencia entre la manera de que una persona es criada desde su niñez hasta llegar a una edad cuando puede hacer sus propios juicios y decisiones, y como decide llevar su vida racional y espiritual después de esto. Una etapa tiene que preceder inevitablemente para conseguir la segunda, puesto que la segunda es imposible sin la primera. Estas ilustraciones muestran que el bautismo y la sagrada cena son como dos puertas por las cuales una persona es introducida a la vida eterna; y después de la primera, hay un espacio vacío que necesita ser cruzado. La segunda puerta es la meta, donde se halla el premio que nos propusimos ganar; porque el triunfo viene sólo después del encuentro, y el premio solamente después de la lucha” (La Verdadera Religión Cristiana [VRC] 721:2).

El domingo que viene, se les presentarán más de las enseñanzas que explican como el pan de la sagrada cena nos introduce en el cielo mismo; aquí indicamos simplemente que tiene más que hacer con la experiencia del amor del Señor que con la experiencia de su verdad, por consiguiente, más que hacer con “vivir” que con “aprender.”

Entretanto, vale considerar que cada una de las puertas en la visión de la Nueva Jerusalén estaba hecha de una sola perla. Es muy difícil imaginar una perla como una puerta, sobre todo cuando sabemos que no es una puerta de por sí, sino un portal, es decir, un pasillo como los arcos mencionados anteriormente. En vez de imaginarla como algo sólido, quizás podamos imaginar la perla de la visión como un olograma, como una cosa real llenando un espacio real pero compuesto de LUZ reflejando las cualidades de una perla más bien que una estructura sólida que formaría una barrera impidiendo el paso a los queriendo entrar. En efecto, considerados de este punto de vista los trozos del Apocalipsis que describen esta escena podrían adquirir y ofrecernos un nuevo significado, cuando leemos por ejemplo:

“…la ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la alumbra el resplandor de Dios, y su lámpara es el Cordero. Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes del mundo le entregarán sus riquezas. Sus puertas no se cerrarán de día, y en ella no habrá noche” (Apocalipsis 21:23-25).

Por supuesto sabemos, después de leer las Escrituras, que la perla de gran valor es el reconocimiento de la Autoridad Divina del Señor. Este reconocimiento nunca podrá ser un obstáculo a la persona que está entrando en la luz. En realidad, el reconocimiento de la Autoridad Divina significa entrar por la perla. Es como si una persona pasa por una bola de cristal y entra en otra dimensión donde todo es luz – y amor – y donde se realizan relaciones llenas de sentido (significado) con Dios.

Pero en este momento no estamos en el mundo espiritual – al menos no lo estamos conscientemente- y podemos preguntarnos cómo el ritual de lavar puede ser tan significativo y tan importante como una puerta. ¡Sin duda, si queremos saber la verdad, podemos hacerlo sin ser bautizados! Si vamos a entrer en la vida según la verdad, podemos hacerlo sin tener una ceremonia para señalar el acontecimiento. De veras, para ciertas personas el suceso entero puede parecer presuntuoso, parecido a la impresión creada por los fariseos del Nuevo Testamento cuando contrataban a alguien para que que tocara las trompetas delante de ellos mientras que andaban por la ciudad dando limosnas a los pobres. ¿No sería mejor simplemente aprender y hacer lo justo, o en el caso de los niños enseñarlos por nuestro ejemplo, y NO dar tanta importancia a la promesa de hacerlo? Al fin y al cabo ¿quién dice que tendremos éxito? ¿Quién dice que podremos cumplir el compromiso antes de que hayamos tratado de hacerlo? (La última cosa que queramos hacer es establecer una meta imposible y después, cuando fallamos, parecer hipócritas).

El Señor aun contó unas parábolas sobre esto, por ejemplo en este trozo:

“Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo; Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra el con veinte mil? Y si no puede , cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz? Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:27-33)

Pero estas cuestiones, estas dudas del resultado, son algunas de las razones para el bautismo. (A propósito, éstas son también buenas razones de presentarnos para la confirmación adulta del bautismo que tuvimos como bebés). Por estas señales nos comprometemos tan públicamente, y con el beneficio de un simbolismo tan poderoso, que atraemos la afirmación misma y el apoyo espiritual que necesitamos para cumplir la promesa. Es como un contrato o un compromiso comercial: puede ser que sepamos muy claramente lo que tenemos la intención de hacer en el negocio, y que sepamos lo que esperamos de la otra persona, pero casi siempre firmamos los documentos que describen el compromiso para que todo se puede averiguar y probar en cualquier momento que ocurran dudas. La firma en el documento es como el signo y el sello del bautismo: en realidad no garantiza nada, pero introduce en el asunto el poder (la fuerza) de lo que las Escrituras llaman en inglés “ultimates.”

Los “últimates” son todas las cosas externas, naturales y materiales y todas las acciones que las acompañan. Son los elementos químicos, las sustancias físicas, las circunstancias, palabras y acciones que dan forma a la cáscara más externa o básica de la vida. Aunque parezca que esta cáscara externa es la menos importante de todas las cosas, y por cierto menos importante que los elementos espirituales internos, (Arcana Coelestia [AC] 9824:2), hay un sentido en el que la cáscara es en realidad más importante que cualquier otra cosa, y hasta más sagrada porque encarna todas las cosas internas y les da forma. Por supuesto, puede ser que cierta forma externa parece no encarnar las cosas internas, sobre todo en casos de hipocresía, pero de una manera o de otra siempre es el caso. Y la forma externa sujeta (une) todas las cosas juntas dándoles una base o un fundamento en lo que llamamos “el mundo real” a diferencia del mundo de abstracciones mentales.

Es bueno, por ejemplo, si nos sentimos bondados por alguien que está necesitado. Pero es siempre mejor y nos enriquece más el alma si vamos más allá del sentimiento y hacemos algo bondadoso por esa persona. Otra vez, usando un contraste para ilustrar el mismo concepto: es malo si sentimos enojo o celos por alguien que no ha hecho nada malo, pero es aun peor si actuamos sintiéndonos así, y les hacemos algo dañoso. ¿Por qué es peor? No es solamente porque nuestra acción ha dañado a la otra persona, pero porque nuestra acción confirma el sentimiento negativo y lo establece más profundamente dentro de nuestro ser, y allá ese sentimiento tendrá un lugar donde podrá crecer y multiplicarse, como gusanos en estiércol (abono).

En resumen, podemos decir que los “ultimates” o circunstancias físicas de nuestra vida nos ayudan a modificar y a formular nuestro carácter. También dan una base a otras personas que las ayuda a relacionarse con nosotros, o a formar opiniones sobre nosotros.

El significado de esto con relación al bautismo, es que la acción externa contiene, confirma y fortaleza el compromiso. Manda también un mensaje claro a todos nuestros amigos y conocidos que un compromiso ha sido hecho, y eso es algo que eliminará las dudas que ellos podrían tener acerca del asunto hasta que se haya cumplido el ritual. Además, el ritual atrae el apoyo de los ángeles en el mundo espiritual, y ellos se identifican con nuestro acto mediante enlaces de amor y sabiduría. ¡Enfrentémonos con esta realidad y aceptémosla: va a ser dificilísimo abandonar todo lo que poseemos para ser discípulos del Señor

Sin embargo, ¿por qué cumplir todo esto con el bautismo (que significa un “lavatorio”), en vez de un apretón de manos o una firma, un ungimiento con aceite, u otro ritual tal la circuncisión practicada por los judíos o un ritual con humo y fuego como ocurre en ciertas culturas? ¿Por qué no se usa un anillo o un tatuaje? ¿Por qué no imponemos simplemente las manos sobre la cabeza del niño seguido de una bendición?

La respuesta, como se resume en la tercera lección, es que el agua corresponde a la verdad. Entonces, con la aplicación (resultando de la aplicación) del agua de este mundo en un rito de purificación, se produce un fundamento complejo y poderoso que ayuda a nosotros en este mundo y a los que están en el cielo en nuestros pensamientos sobre la aplicación espiritual de la verdad. Además, el agua cubre setenta por ciento de la superficie de la tierra y es esencial para la vida humana sobre nuestra planeta. El bautismo, como el agua, es muy accesible para todo el mundo, y es muy fácil hacerlo. ¡En realidad, representa cuán accesible es la verdad ofrecida por el Señor y cuán fácil es que la apliquemos!

Sin embargo, ¿qué pasará si somos bautizados, habiendo hecho este compromiso, y después fallamos? ¿Qué pasará si, después de pasar por esta puerta de entrada, retrocedemos y buscamos otro camino? Eso puede ocurrir, claro, y es natural preguntarnos si nuestro estado espiritual será peor que antes. ¿Si retrocedemos, invalidamos el acto mismo, o tomamos el nombre de Dios en vano? La respuesta es “quizás” pero “no necesariamente.” Todo depende del progreso que hemos hecho y cuántas cualidades espirituales hemos podido integrar en nuestra vida. antes de retroceder. No olvidemos que el acto de bautismo representa el compromiso de aprender, y mediante esta acción el reconocimiento del Señor y nuestro deseo de seguirle. Si hemos logrado hacer esto hasta cierto punto, ya hemos empezado a ser regenerados por el Señor. Sin embargo, si no hemos logrado hacer nada, no hemos sido regenerados. En cierto sentido nada se ha perdido, pero al mismo tiempo, nada de la vida espiritual permanece – a excepción de algunos vestigios de las primeras etapas del compromiso. En tales casos nuestro bautismo personal es poco más que un símbolo de lo que hubiera podido cumplirse en nuestra vida, sin embargo, nuestro bautismo y lo que representaba, aunque falló, pueden ser muy útiles en la vida de otras personas.

Jesús dijo, “Te aseguro que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5).

Nacer de agua significa vivir según la verdad. Nacer del Espíritu significa vivir según la comprensión de la verdad. Ojalá que los niños bautizados esta mañana crezcan fuertes y sabios en estas dos bendiciones celestiales, a medida que sus padres aprendan a guiarlos inspirados por el Señor! Y disfrutemos nosotros los demás del privilegio de ofrecer nuestro apoyo a los padres de los recién bautizados mientras todos seguimos apoyándonos unos a otros en nuestros esfuerzos para cumplir la promesa de la vida eterna que ha dado Dios a todo el mundo.

Amén

* Traducido por Reinhold Kauk con la colaboración de Juan Martínez González