No se preocupen Uds por el mañana

Un Sermón del pastor Bradley Heinrichs

Carmel New Church, Kitchener, Ontario, Canadá

Lección 1; Reyes I, 3:5-15

5 “Una noche en Gabaón, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo” “Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.”
6 Y Salomón dijo…:
7 Tú Señor y Dios mío, me has puesto para que reine en lugar de David, mi padre, aunque yo soy un muchacho joven y sin experiencia.
8 Pero estoy al frente del pueblo que tú escogiste: un pueblo tan grande que, por su multitud, no puede contarse ni calcularse.
9 Dame, pues, un corazón atento para gobernar a tu pueblo, y para distinguir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién hay capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan numeroso?
10 Al Señor le agradó que Salomón le hiciera tal petición.
11 y le dijo: “Porque me has pedido esto y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino inteligencia para saber oír y gobernar,
12 voy a hacer lo que me has pedido, yo te concedo sabiduría e inteligencia como nadie las ha tenido antes que tú ni las tendrá después de ti.
13 Además te doy riquezas y esplendor, cosas que tú no pediste, de modo que en toda tu vida no haya otro rey como tú.
14 Y si haces mi voluntad, y cumples mis leyes y mandamientos, como lo hizo David, tu padre, te concederé una larga vida.”
15 Al despertar, Salomón se dio cuenta de que había sido un sueño….

Lección 2; Mateo 6:25-34

25 Les digo pues: no se preocupen por lo que van a comer o beber para vivir, ni por la ropa que han de ponerse. ¿No vale la vida más que la comida, y el cuerpo más que la ropa?
26 Miren las aves que vuelan por el aire, que no siembran ni cosechan, ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de usted que está en el cielo les da de comer. ¿Cuánto más valen ustedes que las aves!
27 ¿Cuál de ustedes, por mucho que se preocupe, puede hacerse medio metro más alto?
28 ¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen las flores del campo, que no trabajan ni hilan;
29 y sin embargo, les digo que ni el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como una de ellas.
30 Y si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
31 Por eso, no se preocupen, diciendo: ¿Qué vamos a comer? o ¿qué vamos a vestirnos?
32 Porque la gente anda tras todas estas cosas; pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que necesitan todo esto.
33 Así que, pongan toda su atención en el reino de Dios y en hacer lo que el requiere, y recibirán también todas estas cosas.
34 No se preocupen, pues, por el día de mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. Cada día tiene bastante con sus propios problemas.

“No se preocupen Uds. por el mañana.”

¡La ansiedad! La ansiedad es una realidad que todos nosotros hemos encontrado en la vida. Todos nuestros hijos necesitan ropa nueva. Gastamos más dinero de lo que ganamos. Hay la amenaza de perder nuestro empleo. Nuestro carro está estropeado y necesita muchas reparaciones. Nuestra vieja casa está en mal estado. ¡El mercado bursátil baja vertiginosamente! Todas estas cosas son problemas cotidianos en los que pasamos mucho tiempo pensando ansiosamente. ¡Y el nivel de nuestra ansiedad acerca del provenir, inevitablemente nos lleva a un estado de estrés!

Y por eso el Señor nos ofrece estas palabras tan simples: “Fíjense cómo crecen las flores del campo, que no trabajan ni hilan.” Nuestra reacción visceral en medio de un período muy estresante podría resultar en estas palabras, “¡Gracias, Señor, por el consejo, pero pensando en las flores del campo en este momento no va a ayudarme mucho!” Pero, sepan Uds. que es durante los momentos más estresantes cuando necesitamos, más que nunca, hacer una pausa y contemplar esas flores. Este mensaje poético y simple puede tener una influencia increíblemente profunda y poderosa en nuestra vida, si le dedicamos un poco de consideración seria.

Entonces, consideremos por un rato las flores del campo. Estas flores tan simples y tan bellas que “no trabajan ni hilan” pero a pesar de eso siguen creciendo. ¿Por qué? Porque el Señor las cuida. El Divino orden de Su creación provee que habrá tierra, lluvia y sol para que crezcan y florezcan. Claro, cada una de las estaciones no provee una combinación perfecta de estos elementos, sin embargo, esas plantas y flores crecen y se reproducen a medida que los años pasan. Después de sufrir un año de sequía, se restablecen tanto más numerosas en el siguiente año. Temprano o tarde llegan las lluvias, y después de absorber la humedad, se revivifican.

No son más que plantas simples sin vida eterna, y, sin embargo, el Señor las cuida constantemente. Entonces la pregunta se hace, “…¿cuánto más hará Él por ustedes, hombres de poca fe?” La respuesta es simple–Él hará mucho.

El Señor siempre cuida a la obra más querida de Su creación, es decir, a los seres humanos–a usted, a mí, a todos nosotros; y lo hace más perfectamente que a las flores del campo. Por eso el Señor nos dice, “…no se preocupen por el día de mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. Cada día tiene bastante con sus propios problemas.”

Pues, ¿por qué dijo el Señor que “…ni el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como una de ellas…?” La explicación es que esas plantas existían tan simple en el orden de su creación (Arcanos Celestiales 8480). Las flores no se preocupan por el futuro, ni lo hacen por el pasado. No codician riqueza, honor, fama ni ganancia. No se preocupan por su apariencia ni por su alimentación. Existen en paz, simplemente como una parte más de la creación maravillosa del Señor.

La gloria de Salomón consistía en las ideas y percepciones de los hombres de aquella época sobre lo que era glorioso. El oro, un harén grande, numerosos niños y fuerza militar. La belleza y la gloria de las flores tenía su base en su simplicidad; estaban contentas, por decirlo así, con la intención que Dios les destinaba.

Esa realidad nos recuerda la historia de Jesús cuando visitó la casa de María y Marta. Marta se ocupaba yendo y viniendo tratando de ser una buena anfitriona, mientras que María simplemente estaba sentada a los pies del Señor escuchando Sus palabras. Marta estaba distraída por sus quehaceres domésticos, y estaba disgustada por la actitud aparentemente despreocupada de María. ¿Y qué le dijo el Señor? “Marta, Marta, estás preocupada y afligida con muchas cosas, pero sólo hay una cosa necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se le va a quitar.” Lucas 10:41-42

¿No resuena el mensaje de estas palabras con el mensaje de las palabras del Señor, palabras dichas a Salomón cuando le concedió cualquier cosa que le gustara? Y Salomón pidió humildemente un corazón sabio y comprensivo.

Y el Señor le dijo, “Porque me has pedido esto, y no una larga vida, ni riqueza, ni la muerte de tus enemigos, sino inteligencia para saber oír y gobernar, voy a hacer lo que me has pedido: yo te concedo sabiduría e inteligencia…además te doy riquezas y esplendor.” Y una idea similar se expresó en nuestra lección de Mateo “pongan toda su atención en el reino de Dios y en hacer lo que Dios exige, y recibirán también todas esas cosas.”

¡El mensaje es muy claro! Las preocupaciones del mundo, la ansiedad sobre el porvenir e inquietudes acerca del pasado nos distraen del orden esencial de nuestra creación. Consideren Uds. el orden de la creación en la que nacemos como niños. Cuando éramos niños, no nos preocupábamos por el tiempo ni el espacio. No nos interesábamos en la riqueza ni en la fama. No nos sentíamos ansiosos acerca del futuro ni del pasado; nuestro universo consistía en el momento presente. Estábamos en un estado de inocencia y paz. (El Amor Conyugal 395; el Cielo y el Infierno 278) Fuimos creados para que nos convirtiéramos en seres espirituales, en ángeles inocentes del cielo. Cuando nos obsesionamos por las cosas de este mundo y nos atormentamos de ellas, nos es robado todo deleite en el presente y también el júbilo y la paz eternales que el Señor ha creado para nosotros.

Por consiguiente el Señor nos dice que Él siempre nos mantendrá si buscamos lo que es verdaderamente importante, y nos enseña “no se preocupen por el día de mañana porque el mañana traerá sus propias preocupaciones.”

En realidad, para los hijos de Israel “las preocupaciones del día de mañana no fueron solamente prohibidas, sino también condenadas.” (Arcana Coelestia 8478:2) Es por esto que, cuando recogieron su maná en el desierto cada día, les fue ordenado que no guardaran nada para el día siguiente, porque lo guardado se llenaría de gusanos y apestaría.

La lección que el Señor estaba tratando de enseñarles fue que Él les proveería cada día lo que necesitarían. Precisamente como un reloj, el maná estaría esperándolos por la mañana y las codonices en la tarde. Cuando algunos no tenían confianza o fe en que el Señor los mantendría, trataban de recoger más de lo que necesitaban para ese día.

Esta ansiedad innecesaria por el futuro resultó en que el maná apestaba, y esto continuó hasta que supieron por experiencia propia que las palabras del Señor eran verídicas puesto que, cuando se despertaban cada mañana, el maná los estaba esperando. Entonces, la oración simple que el Señor nos ruega ofrecer es: “Danos hoy el pan que necesitamos” (Mateo 6:11).

Pues, ¿es posible vivir libre de ansiedad en este mundo? ¿Podemos estar todo el tiempo en ese estado celestial de paz y contento? Desafortunadamente la respuesta es que no, pero eso no es necesariamente una mala cosa. Todo depende de cómo consideramos esta situación.

En general, hay dos tipos de tentaciones que producen ansiedad: tentaciones naturales (es decir, de este mundo), y tentaciones espirituales (Arcanos Celestiales 8164). Las tentaciones naturales usualmente son las que nos causan ansiedad excesiva y estrés que en la mayor parte es malsano e improductivo. Frecuentemente nuestras inquietudes sobre cosas mundanas, tales como asuntos financieros, el servicio de transportes y la salud física, se exageran desproporcionadamente y eclipsan nuestra visión de lo que es verdaderamente importante.

Claro, puesto que llevamos nuestra vida en un tiempo físico y en un mundo de espacio, estas preocupaciones naturales no pueden evitarse por completo. Y las Escrituras toman nota de que está dentro del orden eterno que mantengamos a los miembros de nuestra familia y que obtengamos lo necesario y los recursos para el futuro (Arcana Coelestia 8478:2). Después de todo, no podemos dejar a los niños sin alimento, ni morir del frío en el invierno. Tenemos que hacer pagos de hipoteca y manejar un carro seguro. Tenemos que procurar un mejor ambiente de trabajo y ganar bastante dinero para poder sobrevivir.

Por consiguiente, inevitablemente habrá momentos, más o menos largos, cuando sufriremos de tentaciones naturales las cuales involucrarán desgracia y miseria. Pero tenemos que hacernos estas preguntas: ¿Consumen estas preocupaciones mundanas todo nuestro tiempo y toda nuestra energía? ¿Nos desvían constantemente de las cosas importantes–los asuntos espirituales–como, por ejemplo, servir al Señor y al prójimo, dedicarnos a la salud de nuestro matrimonio o a criar apropiadamente a nuestros niños?

Se cuenta la historia de un profesor de universidad, un profesor de administración de empresas, que tomó un tarro y delante de su clase lo llenó de piedras. Entonces les preguntó a sus estudiantes si el tarro estaba lleno. Todos los estudiantes contestaron que sí. Entonces el profesor agregó unos guijarros y agitó el tarro. Les preguntó de nuevo si estaba lleno. Muchos dijeron otra vez que sí. Esta vez él tomó arena y agitando el tarro la agregó despacio al contenido. “¿Está lleno ahora?” preguntó. Comprendiendo finalmente, los estudiantes contestaron, “Todavía no.” Finalmente el profesor tomó agua y la agregó al tarro llenándolo hasta el tope. Terminó la lección con estas palabras; “En la vida tienen que dejar sitio primero para los grandes e importantes asuntos, después para las cosas medianas, y por fin para los pequeños asuntos de menor importancia. Si llenan su vida al principio con las pequeñas cosas, descubrirán que no habrá espacio para las grandes.”

Esto es, en esencia, la misma lección que el Señor nos está tratando de comunicar. “Así que, pongan toda su atención en el reino de Dios y en hacer lo que Él quiere, y recibirán también todas estas cosas.” Si nos concentramos en las grandes e importantes cosas espirituales, esas cosas que verdaderamente tienen importancia, entonces todos los otros detalles más pequeños se arreglarán con el tiempo.

Sin embargo, aún cuando nos centramos en asuntos espirituales, eso no resultará en un estado de paz continuo en la tierra. Y créanme cuando les digo que eso es bueno. Todos nosotros nacimos con tendencias hereditarias hacia acciones malas, y es por eso que el Señor dijo que debemos nacer de nuevo. Durante este proceso de ‘nacer de nuevo’ nuestra tendencia de hallar deleite en hacer acciones malvadas se pone en conflicto con nuestra conciencia la cual está basada sobre lo que sabemos que es bueno y verdadero. Esto es “tentación espiritual”, y ella trae ansiedad y desesperanza. Pero, se nos dice que esto es cosa buena, porque si no sintiéramos ansiedad acerca de nuestras tendencias secretas por lo malvado, eso indicaría que no tenemos conciencia alguna y, por consiguiente, no podríamos ser reformados (Arcana Coelestia 1787).

Ahora bien; después de luchar contra tentaciones y después de salir victoriosos, poco a poco llegamos a un punto cuando nos damos cuenta de que el Señor está siempre presente como un escudo perpetuo que nos protege, y que está siempre con nosotros cuando estamos para las malas (Arcana Coelestia 1787). Es idéntico a lo que ocurrió a la persona en la historia de ‘Los Pasos en la Arena’ cuando, con el tiempo, ella se dio cuenta de que cuando había solamente un par de pisadas en la arena detrás de ella que eso no indicaba que el Señor la había abandonado, sino que la había tomado en los brazos y la sostenía.

Esto es el estado perpetuo de alivio y paz dentro de lo que los ángeles viven. Es así para ellos porque, mediante una vida llena de experiencias llegaron al punto cuando reconocen que, en efecto, las palabras del Señor son verídicas y que la promesa que Él hizo en Isaías es segura: “Yo te guiaría continuamente, te daré comida abundante en el desierto, daré fuerza a tu cuerpo. Serás como un jardín bien regado, como un manantial al que no le falta el agua…”

Pues, ¿qué exactamente impide que obtengamos esta vida de paz vacía de estrés? Una de las causas es que existe cierto grupo de espíritus mal intencionados y malévolos cuya única meta es hacer que nos sintamos desdichados. Lo que hacen esos espíritus es tratar de sobrecargar (abrumar) nuestra conciencia con asuntos insignificantes que no tienen nada que hacer con la vida eterna ni con cosas celestiales. Ellos tratan de llenar nuestro ‘tarro de arena’ abrumándonos constantemente con dudas y temores hasta que estemos paralizados e incapaces de avanzar en la vida.

Es interesante e importante saber la región del cuerpo a la cual estos pequeños monstruos corresponden–corresponden al estómago–el lugar inmediatamente debajo del diafragma. Arcana Coelestia 5178 enseña que cuando sentimientos de ansiedad tales de los que hablamos se apoderan de la mente, y el espacio alrededor del estómago se hace tenso y a veces lleno de dolor y todos los sentimientos de ansiedad parecen surgir de allá, es el resultado de la influencia de esos espíritus mal intencionados. Todo esto ayuda a explicar por qué muchas personas cuya vida está constantemente llena de estrés y ansiedades acaban sufriendo de úlceras de estómago

Por consiguiente tenemos que luchar contra esos espíritus centrándonos en las cosas importantes, en las rocas grandes, en el reino de Dios y Su justicia. Si logramos hacer esto esas criaturas malévolas serán desterradas, desaparecerán, y nos hallaremos en un estado de paz. ¡Ya no habrá necesidad de tomar medicamentos tales Pepto-Bismol ni Maalox!

La segunda cosa que nos impide gozar de una paz celestial es la ansiedad por el porvenir. Las Escrituras nos enseñan que “el deseo de conocer lo que pasará en el futuro es innato en la mayoría de personas” y “casi todo el mundo está ansioso de saber si podrá entrar en el cielo” (La Providencia Divina 179, El Cielo y el Infierno 478). Pero esta ansiedad tiene su origen en el mal, puesto que en su fondo es una falta de confianza en el Señor.

Si verdaderamente tuviéramos fe y confianza que “el Señor gobierna y dirige todas las cosas y las provee, y que nos guía hacia un objetivo que es bueno,” (Arcana Coelestia 8455), entonces no nos preocuparíamos por el porvenir. Hay una fábula, en que se trata de tres árboles, que ilustra maravillosamente bien este punto.

Hace siglos había tres árboles en un bosque. Ellos soñaron con lo que querrían llegar a ser en el futuro. El primer árbol quería ser usado en la fabricación de un baúl trabajado en donde habría un tesoro enorme. El segundo quería ser usado en la construcción de un gran barco en el servicio de reyes y reinas. El tercer quería ser el árbol más alto del bosque con sus ramas extendiéndose hacia el cielo a fin de que todo el mundo lo considerara como símbolo de nuestra proximidad a Dios.

Unas semanas más tarde, llegaron unos leñadores al bosque y sus sueños fueron destrozados. El tronco del primer árbol fue cortado en pedazos de varios tamaños y éstos se usaron para construir un pesebre para animales. El segundo se usó para construir un humilde barco de pez. El tercer fue talado y transportado al depósito de madera donde fue abandonado.

Mucho tiempo pasó pero un día llegó un hombre con su esposa, que llevaba en sus brazos un bebé envuelto en pañales, y los padres acostaron a su bebé en el pesebre. Y el árbol se dio cuenta de que, en efecto, él contenía el tesoro más espléndido que jamás hubiera podido esperar.

Unos años más pasaron, y el segundo árbol llevaba a trece hombres a la pesca cuando se levantó una tormenta violenta. De repente, uno de los hombres se levantó y dijo, “¡Calla! ¡Quieto!.” Y el viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo. Entonces el segundo árbol reconoció que sobre su cubierta llevaba al Rey de todos los Reyes.

Más años pasaron, y un día, de repente le quitaron al tercer árbol dos de sus más grandes ramas y las juntaron con clavos en forma de una cruz. Y fue horrorizado cuando sujetaron con clavos a un Hombre sobre ella. Cuando oyó al Hombre gritar, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu,” el árbol se dio cuenta de que la cruz sería por siempre un gran símbolo de la proximidad de Dios a nosotros.

La moraleja de esta fábula es que, cuando tenemos ansiedad por el porvenir, deberíamos siempre recordar que Dios tiene un plan para nosotros. Si confiamos en Él, siempre nos mantendrá. Cada árbol recibió lo que quería, y aún más de lo que había soñado, solamente no de la manera en la que se había imaginado. “¡Cuánto más valen ustedes que estos árboles o esas flores!” No sabemos cuáles son los planes que Dios tiene para nosotros. Solamente sabemos que Su manera de actuar no es como la nuestra; pero Sus maneras son siempre las mejores.

Entonces, cuando estamos en un estado de ansiedad, preocupándonos por el futuro o
arrepintiéndonos del pasado, o cuando estamos sumergiéndonos en asuntos mundanos y las dudas empiezan a dominarnos, es el momento de recordar estas lecciones. Tenemos que centrarnos en lo eterno y lo celestial–las grandes rocas–y todas las bendiciones del Señor nos serán otorgados.

Los ángeles existen en un estado de paz porque poseen la firme creencia de que el Señor les proveerá lo que necesitan cada día. Están contentos en el momento del presente porque confían en el Señor. Ellos comprenden “que la Divina Providencia del Señor está presente en todo, que está presente en los detalles más minuciosos, y que los que están en la corriente de la providencia son llevados constantemente hacia cosas más felices” y son introducidos en “un estado de paz.” (Arcana Coelestia 8478:4).

Por consiguiente, la cuestión no es si es la verdad que el Señor nos llevará a un estado de paz, sino si nosotros lo creemos verdaderamente en nuestro corazón y en nuestra alma. Es por eso que el Señor nos asegura mediante el profeta Jeremías:

“Pero bendito el hombre que confía en mí, que pone en mí su esperanza. Será como un árbol plantado a la orilla de un río, que extiende sus raíces hacia la corriente y no teme cuando llegan los calores, pues su follaje está siempre frondoso. En tiempo de sequía no se inquieta, y nunca deja de dar fruto.” (Jeremía 17:7-8)

Amén

* Traducido por Reinhold Kauk con la colaboración de Juan Martínez González